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de Oré, nacido, también él, en la región de Huamanga); y ciertos informadores como Garcí Díez de San Miguel, Pedro Gutiérrez Flo– res, Juan Polo de Ondegardo... El padre Oré se contentó con exhor– taciones positivas. Según él, los misioneros deben tratar a los indios con "simplicidad", es decir, con llaneza, acomodándose a su forma de ser. Con bondad y sencillez. "Los religiosos de nuestra seráfica Re– ligión -añade- deben tener por espejo en la conversión de los in– dios la lección de los Santos Evangelios". En este punto, Oré no tenía quejas contra sus hermanos de la Orden. Si en algo se distinguían estos en Perú era en el buen trato que daban a los indígenas. Hasta el cronista Guamán Poma, crítico desenfadado que, con un castellano revuelto y vivaz, mete en un mismo saco a capitanes y prelados, encomenderos y frailes, lo reco– noce en su Nueva Crónica y buen gobierno: "De la Orden del señor san Francisco, los dichos reverendos pa– dres todos ellos son sanctos y cristianísimos, de gran obediencia y humildad y caridad, amor al prójimo, y limosneros, que quie– ren y aman muy mucho a los pobres de Jesucristo... Con su amor y caridad atraen tanto a los ricos como a los pobres en el mundo, mucho más a los indios pobres. Jamás se ha oído pleito ni quexas de los bienaventurados frailes". No era, sin embargo, suficiente el que los franciscanos tuvieran buen corazón con los indios. También ellos necesitaban de vocabu– larios, doctrinas y rituales para catequizar y ejercer su ministerio con los indígenas. Y Oré -"resistente en el trabajo y sobremanera vigilante en cumplir con la carga y cargos de su oficio"- les pro– veyó generosamente de catecismos y manuales redactados de su pro– pia mano. A pesar de la Cartilla catequética que, en 1552, publica el pri– mer Concilio limense, un informe de 1571 denuncia que "andan mu– chos catechismos porque cualquier clérigo o religioso que se lean– toja hace el suyo". Para garantizar la ortodoxia y asegurar el orden, el Concilio III de Lima -1582-83- promulga un catecismo oficial -basado en el de san Pío V- y sermonarios. En la traducción de estos textos al quechua y aimará interviene fray Luis Jerónimo de Oré. Al mismo tiempo trabaja en la elaboración de textos propios. Para el año 1587 tenía terminados "un Vocabulario y Arte copioso y otros dos libros Sermonarios en las dos lenguas generales, aimará y quechua, muy provechosos para la doctrina y conversión de los in– dios". El Arte y Vocabulario compuesto por Oré respondían, no sólo a sus inquietudes apostólicas, sino también al entrañable amor que profesaba a su patria peruana. El franciscano "criollo de la ciudad de Huamanga" -así le llamó el cronista Córdoba- puso un cuida- 377

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