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El padre Francisco Mendoza, su confesor, percibe en la celda del santo un aire de paz indescriptible, la presencia confortadora de la Virgen María. Solano presiente que ha llegado su último día. Llama al donadi– to indio fray Antón y se despide de él abrazándolo. Es el día 14 de julio de 1610. La comunidad rodea el lecho del enfermo y canta -pausadamente- el Credo. Luego, algunos salmos. De nuevo, el Credo. Fray Francisco Solano muere con los ojos vueltos a un cru– cifijo. Sus últimas palabras, "iGlorificado sea... Dios!". Toda la mañana, hasta el momento de expirar, junto a la ven– tana de la celda, que da al patio del convento, han cantado unos pájaros... invisibles. 371

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