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-Hermanos: esta es la verdadera comedia. Este, el verdadero Dios. Todos le amad y quered mucho. La mayoría de las veces en que Solano invadió los predios de la farándula, se vaciaron los "corrales" y se llenaron las iglesias. El sermón más conmovedor y de efectos más espectaculares predicado por Solano en Lima fue el del día 21 de diciembre de 1604. Lo pronunció a media tarde, bajo uno de los portales de la Plaza Mayor. Versaba sobre este texto de la primera carta de san Juan: "Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo -las pasiones del hombre terreno, la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero- eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa con sus pasiones". Según Pablo Moya de Contreras, que estuvo presen– te en el acto, Solano aplicó las palabras bíblicas a la situación de Lima diciendo que por tres terremotos o diluvios había de pasar o acabar el mundo: por la codicia, la soberbia y la lujuria, y que bien podían temer los mundanos de Lima un castigo de Dios por sus pecados. Ante estas palabras -informa Pablo Moya- "todos se turbaron". Algunos de los oyentes, interpretando mal las palabras del pre– dicador, divulgaron la falsa alarma de que aquella misma noche iba a ser destruida la ciudad. Que así lo había profetizado el santo. Ho– ras después toda Lima estaba alborotada. La gente se echó a la calle exigiendo que se abrieran las iglesias. Todas se llenaron de bote en bote. Los sacerdotes no daban abasto a la demanda de confesio– nes. Hombres ymujeres declaraban públicamente sus pecados. Cien– tos de vecinos y familiares enemistados se reconciliaron. Se saldaron deudas. Grupos de disciplinantes recorrían las calles clamando mi– sericordia. A su paso, empedernidos pecadores caían de rodillai;. Nadie durmió aquella noche en la conmocionada ciudad. Al día siguiente, representantes del Virrey y del Arzobispado, de la Audiencia, de ambos cabildos, de la Inquisición y de la Orden franciscana celebraron reunión para estudiar el caso e interrogar al padre Solano. Este acudió a la cita muy tranquilo. -No se turbe, Padre -le advirtió fray Juan Venido, Comisario General de las Provincias del Perú. -No haya miedo Vuesa Paternidad que me turbe -contestóle Solano. El santo resumió con gran aplomo su sermón, advirtiendo que, si bien era verdad que el pueblo, por no haber interpretado correc– tamente algunos términos, se había alborotado, también era cierto que había habido gran fruto de conversiones y que esto no dejaba de ser gracia de Dios. 369

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