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en la acción del hombre, sino en la unión de éste con Dios. En salud o en enfermedad. En acción o en pasión. La clave de su vida, de toda su vida, es la oración, el trato con Dios. De ésta su íntima experiencia nacen las actitudes que toma ante el hombre y la sociedad, actitudes que definen su forma de vi– vir y de obrar: su amor a los marginados, su alegría, su libertad ante los hombres y las instituciones, su lucha contra todo lo que oprime al ser humano... Por ser hombre de Dios san Francisco So– lano es profeta de los hombres, profeta con un mensaje muy vivo para la América de hoy. En el Tucumán: doctrinero e itinerante El novel y original apóstol llega a Santiago del Estero en el mes de noviembre de 1590. "A quince de noviembre del año noventa llegué a esta gobernación de Tucumán con ocho religiosos de la Or– den de mi Padre San Francisco, de once que Vuestra Majestad me mandó traer". Así informa el Custodio Baltasar Navarro al rey en carta que le escribe desde Santiago el día 26 de enero de 1591. Santiago del Estero, cabeza del Tucumán, fundado en 1552 por el capitán Juan Núñez de Prado, alcalde de minas de Potosí, contaba en 1583 con cuarenta y ocho encomiendas y doce mil in– dios tonocotes o juríes. En la pequeña ciudad había convento franciscano desde 1566, fundado por fray Juan Pascual de Rivade– neira, "persona muy compuesta e de buena vida e costumbres". El primer destino de Solano en Tucumán fue de doctrinero en Esteco o Nuestra Señora de Talavera. Esteco, ciudad que fue arra– sada por un terremoto en el año 1692, se levantaba a orillas del río Juramento o Pasaje, al sur de la ciudad de Salta. Los franciscanos se habían establecido en ella a raíz de su fundación, en 1567. Unos cuarenta encomenderos controlaban la vida y el trabajo de los in– dios tonocotes y lules, que poblaban su término divididos en pe– queños pueblos o rancherías. Dos de estos poblados de indios don– de misionó Solano son Magdalena de Cocosori y Socotonio. Al es– te, hacia el río Salado, vivían los sanaviros; más allá, las inquietas tribus del Gran Chaco. Lo primero que asegura Francisco Solano en su doctrina de Es– teco es un espacio para orar en soledad: un imaginario círculo de cien pasos de radio en torno a su celda. Nadie -en especial nin– guna mujer- podrá entrar en él. Toda entrevista o consulta se hará en la iglesia. Una celda -a poder ser cercana al templo- para orar y hacer penitencia es su primordial necesidad. Aún hoy, en Santiago del Estero, en La Rioja del Tucumán, en Potosí, señalan el lugar 360

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