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religiosos franceses: trece sacerdotes y dos hermanos donados. Los amanuenses de la Corte y los oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla no acertaron a escribir a derechas ni uno solo de los ape– llidos de los frailes extranjeros. He aquí sus desbaratados nombres tal como aparecen en los documentos: Tomás y Juan Viceynt o Visansi, Nicolás Desiderii o Videri, Fernando de Vitoria, Juan de Valonis, Ricardo de Anglicis o Gani de Angliterra, Juan Flaminger o Flamingi, Lateranus de Beayripaire, Guillermo Hebert de Nor– mandía, Diego Escoti, Diego Haren o Arenque o Renqui, Miguel Geli, Miguel Legrós, Pedro Cordelero y Alixandre de Nantes. Bartolomé de Las Casas, quien posiblemente viajó en compañía de estos misioneros franceses desde España hasta el Caribe, los pin– ta como Remigio de Fox, acompañado de sus quince ilustres compaisa– nos, emprendió el viaje de regreso al Caribe en el mes de diciembre de 1516. La Corona lo proveyó abundantemente. El firmó como "Frater Remigio de Faux, picardus" los recibos correspondientes a los generosos "proveimientos" que la Corona le otorgara: dos cam– panas medianas, cuatro arrobas de cera labrada, dos vocabularios de Lebrija, media docena de Artes de Lebrija, cuatro mil marave– dises "para cosas de conserva y botica y medicina", otros cuatro mil para sus necesidades particulares y, para cada uno de los frai– les, "una túnica y un hábito y un manto y dos pares de zapatos y sendos cordones y dos pares de paños menores y diez xergones de brite para camas y dieciséis mantas para las dichas camas". Gracias a estas expediciones, la Orden pudo establecerse antes de 1517 no sólo en las Antillas mayores, sino también en algunos puntos de las costas de Venezuela y América Central. Catorce nuevos misioneros llegaron a la Provincia de la Santa Cruz en 1520 y seis más en 1521. A partir de 1524 la corriente mi– sionera no se detiene en las islas caribeñas, sino que prolonga su marcha hacia las costas y el interior del continente, en especial a México. Primeros asentamientos franciscanos En 1502, los franciscanos construyen un sencillo convento de madera y hojas de palma -de "paja" según un documento de 1544- en el solar que les asigna el gobernador Nicolás de Ovando dentro de los límites de la nueva ciudad de Santo Domingo. Destruido por un huracán en 1508, los frailes levantan otro de piedra y tapiería entre 1512 y 1516. Poco antes, en 1511, inauguran la iglesia, "la primera que en esta ciudad se edificó de piedra". 34

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