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Sus largas giras por las selvas, en convivencia siempre con in– dios incultos, no entorpecen sus hábitos de hombre letrado, orde– nador de "papeles" y documentos. En la carta que escribe al padre Gregario de Osuna el 20 de mayo de 1624, se lamenta de que se hayan perdido ciertos informes relativos al martirio de su discípulo fray Juan de San Bernardo. "La información que se hizo -dice- tuve yo en el arca o archivo de papeles del convento de la Asunción. Ya todo lo perdieron". En su estilo de obrar campea un gran realismo, pero se da tam– bién cierta prudente audacia y hasta el recurso a algunas curiosas estratagemas. Sin duda que su habitual modo de entrar en territorios de in– dios salvajes -sin armas, sin escolta- y su iniciativa de organizar– los en reducciones -al margen y de frente al sistema de las enco– miendas- supusieron en él gran audacia y extraordinaria confianza en sí mismo. Decisión y valentía eran virtudes que tenía en alta es– tima, mientras que la pusilanimidad y la cobardía le inspiraban mofa y desprecio. "Me he holgado mucho -decía a su amigo el padre Ga– marra en la citada carta- de que V.R., con sus achaques y poca sa– lud, haya sido tan valiente y tan para mucho, que haya concluido bien tantas dificultades que se han ofrecido, que a otros muchos que gozan de salud entera y de nombre de teólogos y letrados qui– tan el ánimo y, por no darse maña a componerse, buscan rodeos im– pertinentes para librarse de ellos". Bolaños fue audaz, pero no temerario. Precisamente cerca de Caazapá, donde él se enfrentara -solo y sin armas- a cientos de alzados guaraníes, sufrió martirio su querido discípulo fray Juan de San Bernardo. Bolaños le advirtió a tiempo que fuera prudente, que no se acercara por aquellos días a los indios, pues estos "anda– ban alborotados y temerosos con malas hablas". "Yo le avisé -aña– de- que antes que fuese, enviase primero algunos indios viejos em– parentados... y que fuese por otro camino. No lo hizo por parecer– le que no era necesario". Bolaños sabía medir el exacto punto que separa la necesaria va– lentía del imprudente riesgo. Según las circunstancias, se lanzaba a viajar solo o acudía en demanda de soldados que le acompañaran. Supo recurrir, incluso, a curiosos artificios para doblegar la rebeldía de los ofendidos guaraníes. Para evitar un nuevo derramamiento de sangre entre los indios alzados del río Tabicuary, Bolaños y Her– nandarias concertaron un ingenioso ardid. Avanza el gobernador en dirección a los indios al frente de un ejército bien armado. Lo ata– ja Bolaños que, acompañado de otros tres frailes, le suplica que desis– ta de sus propósitos guerreros. Hernandarias insiste en su determina– ción de dominar a los sublevados a sangre y fuego, pero cede ante 353
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