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vincial dicen bien a las claras que su viaje no obedecía a propósitos personales, sino a fines colectivos y perma~ent~s: construí~ con:ve~– tos, abrir centros de enseñanza y levantar 1gles1as. He aqm la s1gm– ficativa lista: 2.000 cartillas para enseñar a leer, impresas por Jacobo Alemán, 82 varas y media de presilla para ornamentos, 6 misales, 6 cálices, imágenes sagradas, 1 quintal y medio de cera, 1 docena de candeleros, 6 aras, 6 cruces para altares, 6 pares de vinajeras, 6 incensarios, 6 campanillas, 4 pares de hierros de hacer hostias. Formando parte del grupo de frailes reunido en 1512 por el pa– dre Espinar, viajó un singular sujeto: un indio natural de la isla Es– pañola. Llevado a la Península por los descubridores como botín o como curiosa muestra de los habitantes de América, fue devuelto a su tierra natal por los franciscanos. Sin duda que el mundo de la civilización se le había hecho ajeno e insoportable, y al descender de la carabela, el venturoso taíno se bebía los vientos por llegar a su nativo yucayeque. No se sabe si alguna vez se puso el vestido que, a ruegos del padre Espinar, le costeara el mismísimo Soberano de España. En efecto, el día 30 de julio de 1512, el rey Fernando or– denó: "Yo vos mando que de cualquier maravedí e oro de vuestro cargo desles y compredes a un indio de vestir, que es el que trae consigo fray Alonso del Espinar". En el año 1516 emerge otro reclutador de misioneros para el Caribe: fray Remigio de Fox o Faulx -de ambas formas escribie– ron su apellido los cronistas del Nuevo Mundo y los veedores de Sevilla-. De origen francés, había arribado a las playas de Santo Domingo en el verano de 1511, en compañía de fray Pedro de Ar– cabaudi y de fray Guillermo de Predio. Elegido Delegado o Custo– dio general de la Provincia de la Santa Cruz para el Capítulo Gene– ral de la Orden a celebrarse en Rouen (Francia), emprendió viaje a Europa en 1516. En España, se entrevistó con el cardenal Cisneros, de quien ob– tuvo una instancia dirigida a los Superiores de la Orden para que enviaran misioneros a América. De regreso del Capítulo, el padre Remigio se presentó en España muy ufano. Y no sin razón, pues ha– bía reclutado para las misiones del Caribe nada menos que quince 33
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