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Por medio de esta institución social -utilizada anteriormente en diversos puntos de América-, Bolaños intenta modelar humana y cristianamente a los guaraníes. Los reúne en poblados independien– tes, no sólo para sacarlos de su dispersión y poder evangelizarlos más fácilmente, sino también para defenderlos de la explotación de los encomenderos. Puestos bajo la dirección -paternalista- del mi– sionero y gobernados por un cabildo de caciques indios elegidos por la base, los guaraníes reducidos conservan su propio idioma y su forma ancestral de trabajo colectivo, parte de cuyo producto es para cada familia -el abambaé- y parte para el fondo común -el tupambaé-. En el aspecto urbanístico, cada reducción se ordena a partir de una gran plaza central; alrededor de la cual se levantan la iglesia, el convento o casa cural, las viviendas de los caciques, un gran pa– tio, el almacén, el cementerio, los talleres y la cárcel. Las calles, tiradas a cordel, corren rectilíneas, amplias, flanqueadas por las vi– viendas de los indios, que van provistas de soportales. Según atestiguó en el año 1618 don Pedro de Sierra, tesorero de la catedral de Asunción, la razón que movió a los dos franciscanos a organizar su primera reducción, la de Los Altos, fue su voluntad de defender a los indios de la explotación de los encomenderos: "por irse acercando a sus pueblos y tierras los españoles". Bolaños conocía bien el estado de opresión que padecían los guaraníes sometidos al yugo de la conquista. Lo declaró expresa– mente en 1614: "Por verse ya tan acabados y acordarse que, antes de ser encomendados, les quitaban sus mujeres e hijas en toda esta provincia en muchos años en muy excesivo e increíble número, y después de encomendados también, aunque no con tanto exceso". Las doctrinas no ofrecían suficiente defensa contra la avidez de los colonos y conquistadores. Tampoco evitaban la dispersión de los nativos. Era, pues, preciso reunirlos en núcleos urbanos de tal for– ma organizados, que les facilitaran una vida segura, libre de la opre– sión de los colonos, y de acuerdo con su propia idiosincrasia. Fray Luis Bolaños no abriga dudas sobre la capacidad del in– dio para poder desenvolverse por su propia cuenta. Sus testimonios al respecto son abundantes y claros. "Los guaraníes -escribe-, para salir con su intento... saben dar trazas y modos con que pue– dan convencer a que lcis crean más que si hubieran estudiado para ser procuradores o abogados". Con todo, reconoce que, por una parte, son "inconstantes y mudables" y, por otra, poco amigos del trabajo. Era, pues, necesario andar con tiento. Los indios de las reducciones debían estar separados de los explotadores, pero tam– bién sometidos "a la obediencia de sus doctrinantes". Combinando prudentemente -con realismo, autonomía y autoridad- tradición 345

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