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Las primeras experiencias apostólicas de los dos nuevos misio– neros no fueron positivas. Pronto echaron de ver que no era efec– tivo predicar a Cristo a quienes estaban oprimidos por cristianos. La violencia que desataban conquistadores y encomenderos neu– tralizaba la eficacia de la evangelización. Testigos, en 1574, de la sangrienta batalla en la que Ortiz de Zárate y Juan de Garay re– primieran a los indios charrúas de San Salvador, en tierras urugua– yas, los dos misioneros vieron también de cerca los horrores de la guerra con la que, el año 1578, Juan de Garay aplastó una rebelión de los guaraníes, encabezada por el cacique Overá. Molestos y es– candalizados por tanta violencia, optaron por abandonar la capital paraguaya y sus alrededores y marcharse al otro lado del río Jejuí, hacia el norte, por Guarambaré y Pitun, a tierras de indios no co– lonizados. En frase de un testigo de aquellos años, el arcediano don Felipe Franco, los dos frailes se adentraron entre indios salvajes ·. "solos y sin compañía ni escolta de españoles". Años más tarde, en 1614, el mismo Bolaños dirá que él y su compañero se dedicaron entonces a "correr la tierra, predicándoles (a los indios) la ley evan– gélica, persuadiéndoles que se redujesen para ser más bien ense– ñados en las cosas de su salvación, lo cual vino a efecto sacándo– los de los montes mediante la solicitud y diligencia de este testigo". Con los indios convertidos, los dos misioneros itinerantes for– man pequeños poblados o doctrinas. En el centro de la nueva al– dea cristiana erigen una capilla provisional o enramada. Al norte fundan Atirá e Ypané y, en el valle del Ypacaraí, Tapaicuá. Hacia el este, por Ciudad Real, levantan unas quince aldeas, y unas veinti– cinco por Villarrica. En Villarrica, los dos misioneros se enfrentan con el encomen– dero Díaz Melgarejo. Este, temiendo que la predicación de los frai– les soliviante a sus esclavizados indios, expulsa a aquéllos de su te– rritorio. El arcediano Franco habla del "despecho" que entre los es– pañoles había provocado la forma de tratar y de predicar observa– da por los dos franciscanos entre los indígenas. Hubo, sin embargo, dos jóvenes, hijos de españoles, que no sólo comprendieron el amor de los misioneros a los indios, sino que se animaron a seguir su mis– mo género de vida ingresando -'-los primeros de Paraguay- en la Orden franciscana: Gabriel de la Anunciación y Juan de San Ber– nardo. Hacia 1580 evangelizan cerca de la capital. En Los Altos eri– gen la primera reducción. Entran luego en el "riñón" del Guairá, a los indios tupíes, belicosos y antropófagos. Allí levantan la misión de Pacuyú, entre otras. 343
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