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Esta carta hace pensar que los religiosos de Chile que aún con– servaban vivo el fuego del idealismo y del amor a la justicia se sen– tían cada vez más aislados e incomprendidos en medio de una ma– yoría de "realistas" que justificaban la guerra y la encomienda. Pe– ro esta incómoda posición no reduce al silencio a fray Juan de To– rralba. Al contrario, sus denuncias son cada vez más certeras, dirigi– das al mismo corazón de los problemas. En el año 1569 informa al rey que si en Chile arde la hoguera de una interminable guerra se debe al estado de injusticia y marginación que se fomenta y man– tiene sistemáticamente. "Sepa Vuestra Majestad -escribe- que es– tos indios de este reino de Chile han sido muy agraviados en los tiempos pasados y ésta ha sido la causa de su alejamiento y revo– lución que han tenido tantos años ha... Lo cual ha sido causa de que los que están de guerra, viendo los malos tratamientos que son hechos a los que están en paz, procuran de sustentar la guerra y que– rer antes morir peleando que sujetarse a gente que tantos agravios les hacen sin justicia y sin razón". Si se quiere acabar con la guerra -insiste el P. Torralba- es ne– cesario suprimir la encomienda y "quitar el servicio personal, por– que en tanto no se hiciere... no habrá paz ni cesará la guerra". El examen crítico al que somete Torralba el estado de violen– cia que reina en Chile, le mueve a pedir la reducción de los tribu– tos y una justa tasación de las tierras. Así lo hace en 1571. Los ma– les cesarán si los encomenderos dejan de robar al indio. Si se les paga el trabajo, si no se les maltrata, si no se les quita "ni un grano de maíz", si no se les obliga "a servir personalmente contra su voluntad", habrá paz. Solamente entonces. Los medios propuestos por Torralba nunca se pusieron en prác– tica, y los que llegaron a establecerse no dieron el resultado ape– tecido. La Real Audiencia fue origen de nuevas injusticias bajo su primer presidente Saravia. Los intentos que se hicieron para redu– cir los tributos no cuajaron. En cuanto a la tasa -"tasa justa, sin servicio personal"-, no la aceptaron los gobernantes. Ante el fra– caso de estas medidas, Torralba pide que se nombre un protector de indios y que se erijan reducciones o pueblos donde estos pue– dan vivir libres del despotismo de los encomenderos. Mientras tan– to, él atiende personalmente a los indios enfermos recluidos en el hospital que se alza junto al convento franciscano de Santiago, y administra a favor de los sometidos .al régimen de la encomienda los bienes que un tal Diego de Nieto dejara en testamento para este noble fin. Si poca o ninguna fue la atención que las autoridades civiles y militares prestaron a los reclamos del padre Torralba, entre sus hermanos de hábito sí encontró una cooperación muy generosa, 333

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