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Dos años después, el rey autoriza al también franciscano fray Gaspar de Burguillos a llevar a Chile hasta doce frailes con la si– guiente finalidad: "traer de paz al conocimiento de nuestro Señor algunos (indios) que no están conquistados ni debajo de nuestra obediencia". El padre Gaspar debía intentar la conquista pacífica de los nativos sin que alguien pudiera entrometerse en su empresa, "ni de guerra ni so color de buscar minas". Que se sepa, fray Gaspar de Burguillos nunca llegó a Chile. Los primeros franciscanos que entraron en la rebelde tierra arauca– na -en 1553- fueron Martín de Robleda, Juan de Torralba, Cris– tóbal de Rabaneda, Juan de la Torre y Francisco de Frejenal. Denunciar sin temor, a la luz del Evangelio Quien fungía de superior del grupo era fray Martín de Robleda. De unos cuarenta años de edad, era "gran eclesiástico, docto en teología, de buena vida y ejemplo". Novicio todavía en tierras ame– ricanas -llegó al Perú en 1552-, le había sobrado tiempo para de– mostrar que no toleraba abusos ni injusticias, pues en Cuzco -lo cuenta él mismo- acusó públicamente de tiranos a ciertos espa– ñoles que oprimían a los indios. Al llegar a Chile, poco tiempo ne– cesitó para percatarse de la violencia que sufría el país desde la en– trada de los conquistadores. En 1535, los soldados de Diego de Al– magro habían cometido las primeras tropelías. En 1540, entra, es– pada en mano, Pedro de Valdivia e implanta la encomienda. Al año siguiente del arribo de los franciscanos, muere Valdivia a manos de los indios, en la batalla de Tucapel. Robleda juzga su muerte como castigo de Dios. Razón: más que su "vivienda pública" (adulterio) con doña Inés de Suárez, tal como quiere el cronista Góngora Mar– molejo, el maltrato dado por el conquistador a los nativos. Aleccionado por los hechos, el padre Robleda promete no ce– der ante nada ni nadie en la defensa de los naturales y advierte a los gobernantes que, sean quienes sean, avisará siempre "lo que sin– tiese convenir", mientras exhorta a los misioneros a que hablen "sin temor". No duró mucho tiempo el celoso apostolado del padre Robleda. Viaja a Europa en 1556 para representar a sus hermanos de Chile y Perú en el Capítulo General de la Orden. Propuesto por Felipe 11 en 1560 para la sede episcopal de Santiago de Chile, muere en Es– paña poco después. Fray Juan de Torralba, sucesor del padre Robleda en el cargo de comisario de los franciscanos de Chile y en el arduo trabajo de defen– der los derechos de los nativos, dispuso de más tiempo para su do- 330
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