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El cantarillo -de barro cocido- llevaba una leyenda escrita en ale– mán arcaico. La tradujo así el sabio Alejandro de Humboldt duran– te la visita que hizo al convento de San Francisco: "Tú que me vacías, no te olvides de tu Dios". Los granos de trigo que contenía el cantarillo fueron sembra– dos por el mismo fray Jodoco en los terrenos del convento, más o menos en el espacio que corresponde a la plaza que actualmente se extiende ante la iglesia. Aquel trigo se multiplicó prodigiosamente en manos de los indios, a quienes iniciara el fraile flamenco en la agricultura. Pocos años después, el cronista Pedro de Cieza escri– bía: "Conociendo el provecho y utilidad del trigo y de la cebada, muchos de los naturales, subjetos a esta ciudad del Quito, siembran de lo uno y de lo otro y usan comer dello". De Quito a Popayán La Custodia fundada por fray Jodoco Ricke llega a ser Provin– cia en el año 1565. El capítulo que ésta celebra en 1569 envía a fray Jodoco a erigir convento en Popayán. Muy recio tuvo que ha– cérsele el nuevo destino a aquel anciano de más de setenta años, de alma sensible, refinada por el arte y la cultura. El amaba Quito, en cuyos treinta y cinco primeros años de existencia tan brillante protagonista había sido. Pero él era pobre, desprendido y humilde. Durante largos años, mientras se construía el convento, había mo– rado en un albergue provisional e incómodo. Si mucho dinero ha– bía corrido por sus manos, él y sus frailes habían vivido "con toda pobreza y menosprecio de la hacienda y bienes temporales". Así lo reconoce una Cédula real del 29 de marzo de 1570. Se sometió generosamente a la obediencia, despidióse de su querida ciudad, de su convento, de su iglesia a medio construir, y se puso en cami– no hacia el lejano Popayán. Popayán había sido fundada en 1537 por Sebastián de Benalcá– zar. Guerrero valiente, fantasioso y espléndido, Benalcázar fue ami– go y bienhechor del padre Ricke en Quito. En Popayán no le pudo ayudar, pues, caído en desgracia, murió en 1550. Sacando fuerzas de flaqueza, el anciano fraile comenzó a alle– gar voluntades y maravedíes para construir el convento de San Ber– nardino, como primero hiciera en Quito. Una vez más salió airoso en la empresa, pero tampoco en Popayán pudo gozar del fruto de sus esfuerzos, pues falleció a los pocos años, en 1574. Las ciudades de Quito y Popayán heredaron -como bendición y testamento de fray Jodoco- su espíritu civilizador y artístico. 326

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