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bían comenzado a descollar. En 1605 se acabaron de cerrar los ar– cos -de impresionantes sillares- de la portería del convento. Fray Jodoco no los pudo ver terminados. Al tiempo en que escribe fray Diego de Córdoba Salinas su crónica, -en 1649- el edificio inicia– do por el padre Ricke -iglesia de tres naves, convento de cuatro claustros, con columnas de piedra labrada- cuenta como el princi– pal de la ciudad. Aún hoy está considerado como la obra arqui– tectónica más importante de Quito. Irradiación de fe y cultura A mediados del siglo XVII, el proyecto del padre Ricke, con su biblioteca "de innumerables y curiosos libros", comunidad de cien frailes -sin contar los novicios-, cátedras de filosofía y teología, predicadores y doctrineros, dos órganos "que arrebatan el espíritu", lienzos de "valientes pinturas", estaba cumpliendo a cabalidad la misión que le asignara su fundador: ser foco de irradiación de fe y cultura. Pero ya en vida de fray Jodoco, cuando aún las obras es– taban en sus inicios, el convento era, en expresión del padre provin– cial Fernando Cózar, "la primera fuente en lo temporal y espiritual de estos reinos". Hacia 1550, en efecto, siendo guardián del mismo el padre Ricke, fray Francisco Morales establece, incorporado almo– nasterio, el colegio San Andrés "para los naturales desta goberna– ción e los demás pobres della sin precio ni interese alguno". Una veintena de frailes cuidan e instruyen en sus aulas a numerosos niños indios y mestizos, en especial a huérfanos, según el cronista domi– nico Reginaldo Lizárraga. A tenor de un documento de la época, las materias que se enseñaban en el plantel eran "leer y escribir y oficios mecánicos, como son, albañiles, carpinteros, herreros, zapa– teros, sastres, canteros y pintores y todos los demás oficios y poli– cía que gozan estos reinos". En cuanto a la formación musical, el citado Lizárraga especifica que se enseñaba a cantar y tañer flau– tas y que "las voces de los muchachos indios, mestizos y aun espa– ñoles, eran bonísimas; particularmente eran tiples admirables". El colegio de San Andrés, cuyas aulas permanecieron abiertas durante unos ciento veinticinco años, descolló por la promoción que hizo de la escultura y de la pintura. En sus talleres se confec– cionaban muy originales mezclas de hierbas y tierras tropicales pa– ra pintar fantasiosos cuadros religiosos, y se esculpían -en versión americana y maderas del país- estatuas copiadas de Berruguete y Juní. En el colegio de San Andrés tuvo origen la llamada "escuela franciscana de Quito", que exportó valiosos cuadros y estatuas de madera policromada a diversas ciudades y regiones de Sudaméri– ca -Alto Perú, Tucumán, Chile, Lima, Popayán-, e influyó en gran– des artistas indígenas y criollos: Caspicara, Gaspar Zangurima, Adrián Sánchez Galpe, Miguel de Santiago, Goríbar, Mateo Mejía... 321

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