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19. Jodoco Ricke, el civilizador que erigió grandiosas iglesias y humildes doctrinas y enseñó a enyugar bueyes y tocar chirimías En la portería del convento de San Francisco de Quito se exhi– be -enmarcado por las dovelas de un arco- un viejo cuadro que representa a un fraile en actitud de bautizar a un indio adulto. En uno de sus ángulos, el lienzo lleva un óvalo con una leyenda que empieza así: El Venerable Padre Fray Jodoco Rique... Pintado por Antonio de Astudillo en 1785, es decir, doscientos años después de la muerte del padre Ricke, difícilmente puede ser un verdadero retra– to del ilustre franciscano; pero la figura del fraile bautizador de in– dios dibujada por Astudillo, de elevada estatura, rostro de amable y ascética expresión, y finas manos que derraman agua bautismal con un gesto de suma delicadeza, bien ilustra uno de los rasgos más destacados de la personalidad de fray J odoco: su nobleza y altura de sentimientos y propósitos. La forma de vida que, a lo largo de cuarenta años, llevó Jo– doco Ricke entre Quito y Popayán, el tipo de proyectos civilizado– res y de apostolado que planeó y en parte realizó, y la actitud que mantuvo ante indios y conquistadores reflejan un aire de aristocra– cia espiritual, que él supo hermanar con una amable y fina humildad franciscana. Hasta los rasgos de su letra dejan entrever un espíritu exquisito, elegante. Así lo hizo constar su biógrafo fray Francisco María Compte al examinar dos cartas originales, escritas "con un carácter hermoso y cortesano". Natural de la ciudad flamenca de Malines, fue fray Jodoco, en frase del cronista Diego de Córdoba Salinas, "varón docto, de singu– lar espíritu y gran nombre en aquel siglo, de ilustre sangre". Pariente del emperador Carlos V según algunos, contó en su familia con miembros de cierta relevancia social, como Jorge Thueertz, señor de Myerbeeck. Fundador y primer Superior de la Custodia de San Francisco de Quito, constructor de los conventos de Quito y Popayán y guardián 317