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Los frailes se vieron obligados a mendigar el pan de cada día. "Andan de casa en casa pidiendo lo que han de comer" -advierte su Custodio, el padre Jerónimo. Aún tres años después, su sucesor, el padre Juan de San Filiberto, informaba: "No nos quieren proveer de lo necesario, que es pan y carne". También en sus residencias sufrieron los franciscanos la hosti– lidad de los poderosos. Hechas de paja y palos, expuestas a la llu– via y al fuego, rodeadas de cercas inseguras, eran, más bien, tugurios. Debido a la enemiga de los oidores y encomenderos, durante el breve tiempo, -unos dos años- en que Jerónimo de San Miguel fue Custodio, los franciscanos apenas pudieron expandirse. Sólo abrieron casa -humildes residencias provisionales- en Bogotá y Tunja. También había un pequeño grupo de frailes en Popayán, al parecer dueños de un exquisito y exigente sentido de respeto y de delicadeza hacia los indios vencidos, pues, refiriéndose a ellos, es– cribió fray Jerónimo desde Cali en 1550; "son buenos, que no quie– ren indios ni mujeres que les sirvan". Aquellos primeros años de la Custodia de San Juan Bautista de Colombia fueron años de estrechez y persecución. Más tarde llega– ron los tranquilos y prósperos, cuando pudieron levantar el bello claustro de su convento de Tunja, con sus admirables cubiertas de madera de estilo mudéjar, o la iglesia de San Francisco de Bogotá, con su artesonado, también mudéjar, y su espléndida sillería de ma– dera labrada. Probablemente en 1552, la oposición más o menos indirecta y sorda que los oidores mantenían contra el Custodio franciscano, se convirtió, de pronto, en abierta y torva persecución. La Historia ha conservado unas mínimas referencias que permiten recomponer los últimos pasos del trágico desenlace en el que perdió su cargo y su vida fray Jerónimo de San Miguel. Consta, en efecto, que Diego Díez Boca, escribano de Su Majestad, intervino en el "proceso que se hizo contra fray Jerónimo, Custodio de San Francisco". Por testimonio de su sucesor fray Juan de San Filiberto, se sabe que fray Jerónimo "fue preso por mandato de los oidores desta Real Audiencia", mientras que el chantre Lucas Fernández de Piedrahita aclara que, antes de remitirlo a España, fue puesto en la "cárcel pública". A estos datos, el historiador Asensio añade que Jerónimo de San Miguel "fue enviado a España violentamente". Esta palabra "violen– tamente" adquiere todo su siniestro acento con el siguiente dato, entresacado de las actas de un proceso seguido contra los dos oido– res, Góngora y Galarza, que condenaron a fray Jerónimo. En efecto, un tal Alonso de Torrijos, cerrajero, recibió en Bogotá "siete pesos de buen oro por unas esposas e candado que hizo para llevar pre– so al Custodio San Miguel, del orden de St. Francisco", a España. 315
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