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Sello de la provincia franciscana de Santa Fe de Colombia. Esta Provin– cia trae su origen -1565- de la Cus– todia de San Juan Bautista, cuyo pri– mer Superior fue fray Jerónimo de San Miguel. dezcan, siendo tan libres como Vuestra Alteza por sus nuevas le– yes declara" (se refería a las Nue– vas Leyes de 1542). Como hombres libres, los in– dios tenían derecho a conocer la verdad liberadora del Evangelio, de un Evangelio integral. Estaba nuestro misionero muy conscien– te de que su tarea consistía en "predicar el santo Evangelio y resistir a las crueldades que con– tra los tristes indios se hacen y trabajar que se cumplan y guar– den las nuevas leyes que en favor de la libertad de los naturales Vuestra Real Alteza ha mandado hacer". Ateniéndose a este progra– ma, Jerónimo de San Miguel se entregó, primeramente, a la ta– rea de evangelizar, "poniendo -como él mismo dice- la doc– trina evangélica por los pueblos, anunciándoles el misterio de la cruz". Fieles a un método clásico entre los franciscanos de América, los primeros que misionan en Colombia reúnen en sus pequeños monasterios pajizos a los hijos de los caciques para instruirlos en la fe e iniciarlos en la civilización. Fray Jerónimo informa que, a fin de compenetrarse más con los indígenas, ha comenzado a levan– tar residencias de frailes o doctrinas entre los naturales para favo– recer la instrucción religiosa de éstos. Ambiciona que "ningún pue– blo de indios" quede sin doctrina .. Además de predicar la verdad del Evangelio, fray Jerónimo ex– pone los hechos tal como en realidad se dan en las nuevas tierras conquistadas por los cristianos. Pero denunciar tenía sus peligros y dificultades. Jerónimo en ningún momento dejó de verlos. Sus pala– bras al respecto son de una claridad solar. "No faltarán -advierte al Rey- muchos que de mí, como de persona odiosa, escriban lo que les pareciere... Estos han de trabajar cuanto pudieren en disminuir mi opinión". Los primeros en reaccionar fueron los encomenderos. Fray Je– rónimo los había denunciado sin piedad desde el púlpito. Yen carta 312
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