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da social, vestidos de largas ruanas, comerciantes de sal y esmeral– das. Quesada los vence con sus picas y caballos y, en el año 1539, funda Santa Fe de Bogotá y, más al norte, a 2.820 metros de alti– tud, Tunja. Tras la espada llega la cruz. Los indios remeros del Magdalena En los primeros meses de 1550, un grupo de diez franciscanos surcó el Magdalena a bordo de cuatro inseguras y sobrecargadas canoas. Era la expedición fundadora de la Custodia de San Juan Bautista, que, en el año 1565, llegaría a ser la provincia de la San– ta Fe, de Colombia. Uno de los frailes que integraban la expedición, natural de la is– la mediterránea de Cerdeña y miembro de la provincia franciscana de Mallorca, se llamaba fray Jerónimo de San Miguel, y era, según el cronista Asensio, "buen predicador" y en opinión del chantre Lucas Fernández Piedrahita, "mejor teólogo". En un determinado punto del río las canoas zozobraron y los po– bres frailes, si salvaron por un pelo sus vidas, no pudieron evitar la pérdida de todos los libros, ornamentos, vestidos y utensilios que llevaban para sus futuras fundaciones. "Y así quedamos -informa fray Jerónimo- sin tener aparejo para decir misa y sin libros para nuestro estudio". Al llegar a Mompox, donde, andando el tiempo -1582-, se ha– bía de fundar convento franciscano, murió uno de los tres oido– res de la Primera Audiencia de Bogotá, que viajaban con los frailes: el señor Gutierre de Mercado. Para calvario y desventura de fray Jerónimo, quedaron vivos los otros dos: Beltrán de Góngora y el se– ñor Galarza. Durante la navegación del Magdalena, Jerónimo de San Miguel, no distrajo sus ocios contemplando los caimanes de las orillas ni menos escuchando la música de los pobladores de sus riberas, de cuyos ritmos había de brotar la pegajosa cumbia. Más que los cai– manes, a Jerónimo le interesaban los hombres. Observó que los in– dios de las márgenes del Magdalena eran "muy muchos" y que se trataba de "gente bien doméstica y buen ingenio". Eran, entre otros, los que Asensio había de denominar "malibúes". Pero los que más le interesaron fueron los indios remeros, los "bogadores". Sus ca– noas eran "muy grandes y pesadas, y cierto es lástima ver estos po– brecitos estar todo el día en pie bogando y moriendo tan largo ca– mino". 310

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