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De todas formas, a pesar de su posible parcialidad contra Cabe– za de Vaca, Armenta manifiesta siempre un decidido afán de justi– cia social. La esclavitud fue otro de los temas que le indujo a enfrentarse con el gobernador. Le requirió, en efecto, que, en sus luchas con los indios, hacía esclavos y permitía que los carios, aliados de los es– pañoles, tuvieran asimismo esclavos, a quienes, por cierto, después de conducirlos al interior de las selvas, los comían conveniente– mente aderezados... Prisión y revuelta El antagonismo entre Armenta y el gobernador no quedó en me– ras denuncias e intimidaciones. Después de un intento de fuga, Ca– beza de Vaca, "indignado, mandóle prender a él (Armenta) y a los oficiales (reales), poniéndoles muchos centinelas y guardias". Una vez libertado, tuvo que trabajar fuera de la ciudad, entre los indios. "Yo empecé a hacer una casa de doctrina -escribe- y (el gobernador) no permitió que los indios de la tierra me ayudasen... y por no hacerla en el pueblo de los cristianos tuve necesidad de hacerla a dos leguas del pueblo entre los indios". Allí, lejos de los escándalos de los colonos, organizó una pe– queña reducción, al estilo de la que había iniciado en Biaza, con un internado, donde se formaba una treintena de hijos de familias indias, y con unas labranzas, con que la pequeña colonia francis– cana se autoabastecía. Mientras tanto, en la ciudad el ambiente era cada vez más ten– so y revuelto. El descontento popular se manifestó en forma de cons– piración en el mes de septiembre de 1543, y estalló en revuelta ar– mada en el mes de abril del año siguiente. Cabeza de Vaca fue de– tenido, y proclamado gobernador su rival Domingo Martínez de Irala. Todo indica que Bernardo de Armenta y su compañero, el padre Lebrón, no estuvieron mano sobre mano en el desaguisado. No falta quien sugiera que fueron ellos los instigadores. El depuesto gobernador, conducido preso a España, fue conde– nado al destierro por el Consejo de Indias, tras un proceso que duró ocho años. Bernardo de Armenta y Alonso Lebrón regresaron a Biaza. Les acompañaron seis españoles y algunas indias que habían sido cate– quistas en el internado que levantaran cerca de Asunción. 305
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