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Denuncia de las injusticias sociales En Asunción, la pugna entre el pacifista Armenta y el belicoso Cabeza de Vaca llegó a extremos más graves, tanto que el historia– dor brasileño fray Odulfo Van der Vat no duda en afirmar que Ar– menta fue "el mayor antagonista del malogrado gobernador Alvar Núñez Cabeza de Vaca, representante típico del sistema de conquis– ta violenta". La ciudad no había tenido aún tiempo para asentarse como tal. Fundada por Juan Salazar de Espinosa el día 15 de agosto de 1537 -"el dicho capitán se abaxó por el río abaxo... y hizo y asentó una casa fuerte en este puerto de la Asunción"-, todavía sufría la ines– tabilidad y la inquietud social propias de los inicios. Con la llegada del nuevo gobernador, la población se dividió en dos bandos con– trincantes: por una parte, los antiguos colonos, capitaneados por el vasco Domingo Martínez de Irala, y por otra, los advenedizos traí– dos por el andaluz Alvar Núñez Cabeza de Vaca. También el clero, a pesar de su reducido número, se parcializó: Antón de Escalera, Rodrigo de Herrera y Luis de Miranda se declararon a favor del nue– vo gobernador, mientras que Francisco de Andrada, un clérigo viz– caíno y los padres Armenta y Lebrón tomaron partido por Irala. Bernardo de Armenta denunció al emperador la situación de injusticia provocada por la actitud del nuevo gobernador en Asun– ción. En su informe aclara que antes de la llegada de Cabeza de Vaca la colonia se mantenía en paz y prosperidad, tranquila y su– misa la indiada; pero que el gobernador todo lo echó a perder: mal– trató a los indios, inquietó a los colonos y provocó la guerra. En cuanto a los servicios personales, Armenta informa que "entre los cristianos de esta provincia se ha usado y usa que después de haber habido las indias que más pueden de los indios de la tierra para su servicio, las tales indias se tornan luego a vender y contratar por muy excesivos precios unos cristianos entre otros, como si fuesen es– clavas". Aunque, como es natural, Armenta no lo dice, en los Es– tatutos y ordenanzas que Cabeza de Vaca publicó en el año 1542, se daban leyes tan justas y humanitarias como ésta: -"Primeramen– te, que ninguno pueda rescatar y contratar directa ni indirectamente ningunas indias unos con otros sin licencia de Su Señoría por ser, como son, libres". La orden era, sin duda, justa, pero en aquellos momentos minaba de tal forma la base misma de la economía de la incipiente colonia, que hasta los indios se quejaron "viendo que de quitarles la contratación se les quitaba el provecho", en frase de Pedro de Dorantes. No era, pues, fácil saber a qué atenerse en terreno tan resbaladizo. 304
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