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16. Juan de Torquemada, dimensión universal de la historia y de las instituciones de los indios mexicanos Fray Juan de Torquemada -no lo confunda el lector con su homónimo, el célebre organizador del Santo Oficio- llega a México de niño, hacia 1565. De tal modo se encariña con la tierra mexica– na, que la toma por su nueva patria. "Téngala por propia por haber– me criado en ella". Apasionado admirador de todo lo mexicano Ni en su edad madura pierde Torquemada la capacidad de admi– rar la belleza y la fertilidad de las tierras de Nueva España. Con más de cincuenta años sobre sus hombros, conserva sensible el co– razón y describe con un entusiasmo de adolescente las frutas, flo– res y cereales de México. Recuerda que en el pueblo de Cohuatli– cán vio un rosal florecido en el mes de septiembre -"un rosal con rosa muy hermosa y fresca"-. Y que en Tlaxcala se dan membri– llos a lo largo de todo el año. Y peras en el mes de enero. Y rosas en febrero y marzo. Y que en el convento de Perihua, pueblo que cae en el estado de Michoacán, vio, en el año 1584, sacar de la huer– ta una gran canasta de membrillos tan bien logrados, que le causa– ron asombro. Y habla de las manzanas que en la encomienda de un tal Fernando de Oñate, maduran por igual en las cuatro estacio– nes. Y se le hace la boca agua cuando elogia los duraznos y peras cermeñas de Sochimilco, "más dulces que la miel". Y afirma que en un mismo valle mexicano hay simultáneamente trigo que se siem– bra, trigo que despunta, trigo que verdea, trigo que madura y trigo que se siega. "Si san Isidoro lo viera -escribe- no dejara de es– pantarse". No se sabe si nuestro entusiasta fraile haya compuesto o no al– gún poema a la fertilidad del paraíso que encontró en México, pero sí se conoce un precioso detalle que retrata su sensibilidad de esteta. "Hoy -confiesa-, que se cuentan 17 del mes de noviembre del año 1611, tengo en mi poder dos duraznos tan lindos y fres- 289

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