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da, incluso, con varios grabados. Es un paréntesis de dieciocho ca– pítulos, una digresión tan intencionadamente tendida, que se cono– ce como "la crónica mexicana de Valadés". Un cartel de brillantes colores, un anuncio propagandístico compuesto con el propósito de pregonar las notas particulares y novedosas de México: desde las danzas y coreografías aztecas hasta la organización social del Im– perio de Moctezuma, desde la exótica decoración de los templos idolátricos hasta los fulgurantes logros obtenidos por los apóstoles franciscanos. Valadés muestra un interés especial en dar a conocer los apor– tes originales de la Iglesia indiana, sus nuevos métodos de evangeli– zación -ensayados con tanto éxito en Nueva España-y las manifes– taciones de fervor, orden y belleza de la liturgia misional mexicana. Quiere demostrar con hechos e informes avalados por su propia experiencia, este acontecimiento trascendente en la historia: que la Iglesia católica no se restringe ya a los estrechos límites de la vieja Europa; que la joven Iglesia del Nuevo Mundo enriquece, aumenta y da variedad y frescura a la Cristiandad. Para Valadés, la conquista de México es un hecho tan extraor– dinario, que "entre todos los acontecimientos y empresas de los cris– tianos, desde que Dios creó el mundo universo, no hay otro alguno tan digno de eterna memoria y en el que Su Majestad haya mos– trado tanta clemencia". En cuanto a la evangelización de Nueva Es– paña, piensa que "nunca se ha oído o leído que una tan gran mu– chedumbre haya sido convertida, con igual dedicación y constancia y por tan pocos, a la fe cristiana como, por la divina clemencia, ha sucedido con los indios". En cuanto a la forma de celebrar la liturgia, Valadés, tras haber visto "las ceremonias de los europeos", opina que éstas quedan muy por debajo de la "magnificencia" con que son celebrados los oficios sagrados en México. Destaca el esplendor y el ambiente de júbilo popular de que se reviste el culto católico en Nueva España. Uni– camente cede cuando habla del canto litúrgico. Dice, en efecto, que "todos los indios conocen los sones y ritmos de la música; pero es– tá fuera de propósito el comparar sus voces con las de los españo– les o con las voces de los cantores de otras naciones". Otro punto que pone de relieve es la importancia que en la ca– tequesis novo-hispana se da al uso de los medios visuales, heredados algunos del culto pagano. En la cerrada apología que hace del indio convertido, propone a éste como modelo tanto por la asiduidad y fervor con que partici– pa en la vida sacramental como por las virtudes de afabilidad y ge– nerosidad que practica. Admira su sentido de "pulicía". No se can– sa de describir el alto nivel de vida civilizada que se observa en los 286

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