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es decir, la Sagrada Escritura y la teología, con elementos de filo– sofía, disciplinas profanas, artes liberales. El orador sagrado debe ser, según él, "varón de vasta cultura". Para dar a su obra este carácter de compendio del saber univer– sal, tan del gusto del Renacimiento, Valadés leyó y releyó "los casi incontables volúmenes de Retórica", así de autores paganos como cristianos, escritos hasta entonces. Luego, reunió, sintetizando, "lo que estaba disperso en varios códices" y procuró "abrir alguna bre– cha en las Letras Sagradas para beneficio de los oradores cristianos". Su insistencia en la necesidad de estudiar la Biblia es constan– te. En el capítulo IX de la primera parte expone un "sustancioso compendio de toda la Sagrada Escritura". En la segunda parte vuel– ve a dar una síntesis de la misma, "para que brevemente se pueda aprender de memoria". En la tercera, habla con más amplitud del canon judío y eclesiástico de los Libros Sagrados, de las traduccio– nes, de los sentidos escriturísticos, de los géneros de exposición, etc. También intenta en su Rethorica dar una sinopsis de la teolo– gía, "una egregia explicación del pensamiento teológico". De hecho, expone sintéticamente los cuatro libros del maestro de las senten– cias, Pedro Lombardo. Introduce así mismo al lector en la Patrolo– gía con numerosas citas, tanto de los padres griegos como latinos, así como en la cultura de la época, ya que en su obra habla "suma– riamente de casi todas las ciencias". Valoración y propaganda de lo indiano Un hombre tan compenetrado con los ideales del Humanismo, cual era fray Diego Valadés, y un libro que, como la Rethorica Christiana, intentaba dar una visión global del saber de su tiempo, constituían ya, por sí mismos, una buena prueba a favor de la cultu– ra que había florecido en la "tierna planta" de la Cristiandad ame– ricana. No contento con esta demostración indirecta, Valadés utili– za su libro para hablar explícitamente, a tiempo y a destiempo, de su querida América. Aun a riesgo de andarse por las ramas, apro– vecha cualquier ocasión para dar a conocer a los europeos las pe– culiaridades y logros de la civilización de allende los mares. Ha– blando de las parábolas y metáforas de la Biblia, por ejemplo, expli– ca cómo los indios mexicanos se sirven de comparaciones y seme– janzas cuando toman la palabra. Para ilustrar qué es memoria arti– ficial, recurre a los jeroglíficos y pictografías que usan los indios pa– ra retener fechas e ideas. Como ejemplo de género demostrativo en oratoria, echa mano de una larguísima y forzada "digresión para ve– nir en más claro conocimiento de las cosas de los indios", ilustra- 285
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