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protector. Editado en Sevilla en el año .1574, "de tal modo lo aumenté, transformé y ordené -afirma Valadés-, que tal vez se me pudiera atribuir". Sus aportes, más bien externos, no justifican atri– buciones tan generalizadas, pero cada cual valora sus méritos según sus propios cánones. Para alcanzar los objetivos que perseguía el padre Valadés, la publicación del Itinerario fue un acierto, pues la obra de Focher no es sólo un manual para misioneros noveles, sino también una muy seria reflexión teológica y pastoral sobre la evangelización llevada a cabo en el Nuevo Mundo y un buen exponente de la cultura reli– giosa que florecía en México. Una vez cumplido con su maestro, Valadés se lanza por su pro– pio pie, es decir, con sus propios escritos, a cumplir con su misión de portador de los valores americanos. La ocasión se le presenta pintiparada, ya que en 1574 es elegido Procurador General de la Orden Franciscana, cargo que le retiene en Roma por varios años. Allí, en el corazón de la Europa humanista, gracias al alto cargo que ocupa y, sobre todo, a la gran obra, titulada Rethorica Chris– tiana, que redacta, se halla en condiciones óptimas para realizar su peculiar tarea. Su principal biógrafo, el jesuita Esteban J. Palomera, ha interpretado así esta providencial circunstancia: "La Rethorica Christiana era portadora de un trascendental men– saje para el hombre europeo. Era el mensaje americano, que años antes habían hecho resonar Garcés, Vasco de Quiroga, Las Casas y otros. Pero en esta ocasión la voz que pregonaba ese mensaje no era la de un europeo trasplantado a América, sino la de un hombre nacido en América y trasplantado al corazón mismo de Europa, a la Roma eterna. Valadés había vivido y sen– tido en sí mismo el trascendente contenido de ese mensaje ame– ricano; su persona misma, su cultura humanista, su sensibilidad artística formaban parte viva del mensaje de América a Euro– pa". No es fácil precisar en qué momento de su vida se determinó Valadés a ser mensajero y defensor de la cultura americana. Duran– te su viaje a Europa, hay un incidente que es, al respecto, muy sig– nificativo. El hecho sucedió en España y lo cuenta él mismo. Ha– bía sido invitado a una reunión por una "dama principal", que era, a su vez, "conocida de la Corte del Rey Católico". Coincidió en la visi– ta cierto noble que, habiendo estado algunos años en el Nuevo Mundo, atacó duramente a los indios y puso en duda la sinceridad de su cristianismo. La reacción de Valadés no se hizo esperar. "Me sentí -confiesa- movido a aclarar lo verdadero y lo dudoso en lo referente a los indios". Más tarde escribirá en su Rethorica dos apa– sionados capítulos sobre "la inconsiderada acusación que hacen al– gunos contra los indios" y sobre el "sincero cristianismo" de éstos. 279

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