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mismas condiciones los enviados inmediatamente por el rey ca– tólico, puesto que tanto éstos como aquéllos se dicen igualmen– te enviados por el Sumo Pontífice y gozan igualmente de los pri– vilegios que el Papa concede a los que nominalmente él, por sí mismo, envía". Sus últimos años A pesar de los honrosos títulos que mereció en vida y después de la muerte -"Oráculo de ciencia", "Luz de esta nueva Iglesia me– xicana", "varón doctísimo y aventajado"-, fray Juan Focher no fue un intelectual envanecido. Los áridos libros de cánones, leyes y de– cretales que constantemente manejó no le aislaban de la gente hu– milde. Muy a gusto ejerció el ministerio sacerdotal entre los indios marginados de Tzintzuntzan, Atlixco, Tepexic del Río. En Tepexic, "pueblo de solos indios" según la relación de Oroz-Mendieta, fue párroco entre 1568 y 1570, anciano ya. Siempre tuvo a gala defender los derechos de los indígenas, sobre todo de los sometidos al régimen de la encomienda. A los encomenderos recordó con vehemencia su gravísimo deber de pro– curar el bienestar material y la atención espiritual de sus súbditos. El cristiano que no cumple estos deberes de estricta justicia "es peor que los gentiles". Añade que "los patronos no tienen ningún derecho ni dominio sobre el alma ni sobre el cuerpo de sus siervos". Con todo, Focher deja traslucir en sus escritos cierta prevención contra los indios chichimecas. Dice que "no trabajan, andan desnudos... ejercen su tiranía sobre sus com– patriotas y sobre los demás cristianos, presionando a unos, deso– llando a otros, matándolos o robándoles sus bienes". Focher justifica la guerra que en su tiempo se hacía contra ellos. Es más, cree que puede haber circunstancias en las cuales haya obligación de hacerla. No todos los franciscanos de su época pensaban lo mismo. Gracias a Dios. En 1541, el emprendedor fray Juan de San Miguel funda el pueblo de Uruapan con indios chichi– mecas, a quienes enseña a cultivar tierras, levantar escuelas e igle– sias y regar huertos de árboles frutales. También civilizan y cristia– nizan a chichimecas fray Antonio Bermul, fray Juan Lazo y fray Jacinto de San Francisco, el fabuloso "fray Cintos". Otro francisca– no que sometió pacíficamente a indios levantiscos fue fray Francis– co Lorenzo, quien, a partir de 1550, construyó unos cuarenta pue– blos con indios guerreros de los estados de Jalisco y Querétaro. Mien– tras tanto, nuestro buen jurista sudaba latines y exprimía citas bí– blicas para justificar desde el Evangelio la guerra... Quizás, para apa– ciguar alzados y rebeldes, no sean los más indicados los juristas. 274

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