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del año 1555 la obra titulada Refugium Pauperum, donde Focher reivindica los derechos y privilegios de su Orden. La amplió en 1559 con una Relación de las facultades y breves apostólicos que los re– ligiosos de la Nueva España tenemos para la administración de los sacramentos y enseñamiento de la doctrina y cómo usamos de ellos. Un año después, en 1560, escribe De la potestad del religioso electo para obispo antes de su confirmación, y en 1561, Compen– dium privilegiorum. Siempre al día y atento siempre a defender los legítimos dere– chos de su Orden, escribe en 1563 un folleto de cuarenta y seis pá– ginas para ilustrar el modo de llevar a cabo las elecciones canóni– cas según el Concilio de Trento. En 1565, describe en otro folleto el estado de las órdenes religiosas a tenor de las disposiciones da– das sobre el particular por el Concilio tridentino. Pasando de los principios teóricos a los hechos, el arzobispo Montúfar se posesionó del convento y de la doctrina de Calimaya, pertenecientes a los franciscanos. Al padre Focher le bastaron tres folios y cinco renglones para probar que el señor Arzobispo había obrado en contra de los cánones de la Iglesia y para advertirle que si no restituía las propiedades injustamente quitadas en Calimaya incurría en excomunión. El arzobispo recapacitó a tiempo. En medio de los libelos infamatorios con que los contrincan– tes se acometen -el doctor Anguis habla de las "cartas emponzo– ñadas que todos escriben, reventando de pasión"-, el jurista fran– ciscano interviene en la polémica con serenidad. Ni la ofensa ni el insulto crean derecho. Ante el avance irreversible de la autoridad episcopal y del clero diocesano, Focher defiende las exenciones y facultades de su Orden, pero sin perder la compostura. Con todo, su afán de proteger las cada vez más amenazadas posiciones de sus hermanos de hábito le lleva a ampararse exageradamente en el po– der civil. Ante los ataques de que son blanco por parte de la jerar– quía eclesiástica, las Ordenes Mendicantes se escudan en el rey de España y en el virrey Luis de Velasco. El citado Dr. Anguis afirma que éste mostraba demasiada "licencia y crédito" a favor de los reli– giosos. Se comprende que éstos se inclinaran a defender los privi– legios de sus protectores, los reyes de España, en especial su poder "vicarial". El Itinerarium del padre Juan Focher ha sido considerado co- mo "la primera obra vicarialista". "Los (ministros del Evangelio) que son enviados (a las Indias; por el rey -escribe Focher-, son enviados inmediatamente por él, mediatamente por el Papa, puesto que hacer por medio de otro es como hacer por uno mismo. De aquí que estén en las 273

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