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En el año 1500, los dos misioneros belgas viajan de nuevo a Santo Domingo, pero esta vez con cuatro nuevos compañeros: Juan de Robles, Juan de Trasierra, Francisco Ruiz y Juan de Baudin. Desde Santo Domingo, Juan de la Deule informó al cardenal Cisneros que habían hecho bien el viaje, "aunque poco o mucho a todos nos probó la tierra de calentu– ras, de modo que cuando las carabelas se partieron ya todos es– taban buenos, ecceto fray Ruiz e yo, que aún no estamos libres de ellas". Manifestaba también al Cardenal que "se an batizado más de dos mil ánimas". Sobre estos y demás bautizos logrados en Santo Domingo echa un velo de pesimismo Jerónimo de Mendieta al afirmar que "más se bautizaban por lo que les mandaban sus amos, que movidos de de– voción". Ya para estas fechas los franciscanos de Santo Domingo se opo– nían francamente a la política de Colón. Juan de la Deule lo insi– núa muy discretamente en su citada carta, diciendo que "avía har– tas ocupaciones a causa del almirante e sus hermanos". Estas "hartas ocupaciones" equivalían a una intensa campaña que los franciscanos habían iniciado en Santo Domingo contra Cris– tóbal Colón. Los padres Robles y Trasierra expresan sin tantos mi– ramientos su común oposición al Almirante. El padre Robles infor– ma que "habemos tenido harto trabajo en echar de aquí estos seño– res" ... y pide al cardenal Cisneros que "trabajéis cómo el Almirante ni cosa suya vuelva más a esta tie– rra, porque se destruiría todo y en esta isla no quedaría cristia– no ni religioso". El padre Trasierra, a su vez, califica el gobierno de Colón de "poderío del Rey Faraón" y suplica que el Descubridor no regrese a la isla "si Sus Altezas quieren servir a nuestro Señor y que la con– versión de las ánimas se haga". Con el corazón abierto a la esperanza Como se ve, la oposición de los frailes al giro que había toma– do la conquista era tajante. Pero no bastaba con denunciar. Los pla– nes de Juan de la Deule miraban más lejos: a la implantación de la Iglesia. Esta había sido su mayor preocupación al estrenar el cam– po misional del Nuevo Mundo. En su citada carta, pide al Carde– nal Cisneros que envíe a la isla Española más religiosos y clérigos. En su segundo viaje a las Antillas, él y sus hermanos en la Or– den dotaron a la naciente Iglesia americana de sus primeros obje- 25
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