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14. Juan Focher, los buenos oficios de un jurista en tiempos de crisis Tzintzuntzan es una humilde y silenciosa aldea del Estado de Michoacán. En Tzintzuntzan -su musical nombre quiere decir en lengua tarasca "el rincón de los colibríes"- los franciscanos cons– truyeron convento en 1526. Aún hoy pueden admirar los turistas su bello claustro de dos pisos, los primitivos frescos de sus arcos y la alta torre de su iglesia de la Soledad. A la paz de este convento de Tzintzuntzan se acogió, en el año 1544, fray Juan Focher. Había llegado a México en 1541, pro– cedente de Francia, su patria. Doctor en Derecho civil y en Dere– cho canónico por la Universidad de París antes de su ingreso en la Orden, cursó estudios de teología después de su profesión religiosa. "En todas tres facultades fue consumatísimo letrado" según el cronis– ta Mendieta, compañero suyo en la Provincia mexicana del Santo Evangelio. En Tzintzuntzan, el padre Focher gozó de paz sobrada. Desde su celda conventual veía el lago Pátzcuaro, de aguas tranquilas, así como los suaves declives de los montes que lo rodean, cubiertos de encinas y pinos. En el pueblo, en edificios de adobe y teja de color ocre, indios y españoles convivían pacíficamente desde que, a partir de 1537, fijara en él su sede episcopal el humanista obis– po Vasco de Quiroga, el querido "Tata Vasco" de los indígenas. "Tata Vasco" se había marchado al cercano pueblo de Pátzcuaro en 1540, pero los habitantes de Tzintzuntzan, olvidados ya de los desmanes que cometiera durante su desgobierno Nuño Guzmán, continuaron disfrutando de la discreta prosperidad que les proporcionaban los oficios que les enseñara el bendito obispo: tallar madera, tejer jun– cos y pintar -con una deliciosa ingenuidad- piezas de cerámica. Canes que tanto ladran El jurista Focher no se dejó engañar por el ambiente de égloga de Tzintzuntzan. Le habían bastado los tres años que llevaba en Mé– xico para percatarse de un hecho inquietante: las estructuras de la Iglesia de Nueva España, de carácter misional, sostenidas hasta en– tonces por el clero regular, entraban en un período de crisis, en un delicado y doloroso proceso de cambio. 265
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