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Escuchan en las aldeas el lúgubre son del mayohabao, un tam– bor hecho de tronco de árbol. En las ceremonias religiosas y cura– ciones que presencian, observan cómo los behíques toman cohoba, y se admiran de los raros efectos que les causa el misterioso pol– vo: "las casas se voltean con los cimientos para arriba y los hom– bres caminan con los pies hacia el cielo" ... Abren tamaños ojos cuando descubren que los indios creen en un dios único, a quien llaman Yucahú, de quien afirman que está en el cielo y es inmortal y que nadie puede verlo, y que tiene ma– dre, mas no tiene principio. Bartolomé de Las Casas llamará a esta creencia "verdadero y católico conocimiento de Dios" (apartando de él algunas ligeras pajas de error, como es natural). De esa forma, en constante relación con los nativos, los dos frai– les aprenden a amarlos y a apreciar sus buenas cualidades. Recono– cen, en efecto, que son propensos a creer y sostienen que es fácil hacerlos cristianos. Llegan a querer de tal forma al indio Guaica– banú, que lo tienen "por buen hijo y hermano". Cuando Guaica– banú muere gritando "iDios naboria daca! iDios naboria daca!" (iYo soy siervo de Dios!), fray Ramón se deja embargar del más noble sentimiento y exclama: "iAlabado sea Dios, que me lo dio y luego me lo quitó!". Denunciador de los opresores Esta actitud de sincero amor por los nativos que revelan los dos misioneros, presenta un violento contraste con la vida que lle– vaba la mayoría de los cristianos asentados en la isla Española. Bartolomé de Las Casas resalta dicho contraste al afirmar que na– die se preocupaba, ni mucho ni poco, de evangelizar a los indíge– nas. Todos procuraban explotarloS'hasta donde podían. Este fue el único obstáculo que encontraron Ramón Pané y Juan de la Deule en la conversión de los nativos durante su con..: vivencia con ellos. Lo experimentaron de forma especialmente do– lorosa con el cacique Guarionex. Este había mostrado al principio buena voluntad y deseos de bautizarse, pero al ver que "los cristia– nos eran malvados y se habían apoderado de sus tierras por la fuer– za", se rebeló contra ellos. Después de su experiencia evangelizadora en compañía de Ra– món Pané, Juan de la Deule regresó a España, seguramente antes de 1499. Allí se encontró con Juan de Cosin, quien había vuelto ha– cia 1496, y ambos se entrevistaron con su Superior, el padre Olivier Maillard. 24

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