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bre hábito de sayal, remendado", pidiendo como limosna: misione– ros a los reverendos Provinciales, y un poco de respeto y de buen trato hacia los indios, al Emperador. Dos años después, en 1556, atravesó el océano fray José de An– gulo con el propósito de impedir que se dieran a perpetuidad las encomiendas. Fray Francisco de Bustamante, Comisario de los franciscanos de México, "muy enseñado en las divinas letras y buen poeta latino" según Mendieta, olvidó sus altos saberes e inspiradas poesías y, en el año 1562, viajó a la Corte a dar aviso a Felipe II de que los in– dios, a pesar de la nueva legislación, seguían "muy supeditados de los que buscan antes el interese del cuerpo que la salud de las al– mas". Al padre Bustamante acompañaban dos reverendos padres Provinciales de México: el de los dominicos y el de los agustinos. Nada logró Bustamante, quien, llegado a Madrid, falleció muy en breve. Tampoco consiguieron los otros dos Provinciales, pues, en frase de Mendieta, "los del Consejo les taparon la boca con sendos obispados". Para disipar toda posible sospecha de que al superior franciscano que tan "oportunamente murió le taparon la boca, si no con una mitra, sí con una estocada", es de advertir que cuando viajó a España era ya "hombre de días y necesitado de estómago", 256 Usurpación de tie– rras indígenas en México. (Códice Osuna).

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