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13. Alonso Maldonado, la lucha de un profeta contra el "establishment" En el mes de junio de 1543, la Corona promulga las célebres Leyes Nuevas para el gobierno de las Indias. De los cincuenta y cuatro artículos de que constan, veintitrés se refieren a los derechos y buen trato de los indígenas. Fruto, en gran parte, de la insistente presión que sobre la Coro– na y la opinión pública habían ejercido las Ordenes Religiosas des– de América, las Leyes Nuevas encerraban una discreta dosis de di– namita para remover parcialmente las estructuras feudales implan– tadas en el Nuevo Mundo. Restringían los servicios personales; pro– hibían los trabajos forzados; liberaban los esclavos; mandaban ha– cer una nueva tasación de los tributos; reducían la encomienda a dos generaciones, y -en el artículo 35- ordenaban que los indios enco– mendados pasaran, al morir las personas que los tuvieran, "a nues– tra Real Corona". Se trataba, pues, de un nuevo arbitrio orientado, no sólo a im– poner un poco más de justicia social en el Nuevo Mundo, sino tam– bién a fortalecer el poder centralizador de los reyes a costa de los ya peligrosamente prepotentes encomenderos. Estos reaccionaron de inmediato. En Perú estalló una verdadera revolución al mando de Gonzalo Pizarro, que en 1546 vence al virrey Blasco Núñez de Vela, enviado para implantar las Leyes Nuevas. En México, el vi– rrey Velasco comenzó a ver peligros de alteración del orden en ca– da esquina y advirtió que, si a los españoles se les debilitaba en su posición social y económica, además de mermarse la prosperidad del país, indios y negros se alzarían en armas y se harían dueños de la situación. En la peligrosa crisis provocada por las nuevas disposiciones, la Audiencia de México se puso de parte de los encomenderos. A su llegada a la capital de Nueva España, don Francisco Tello de San– doval, comisionado de la Corona para hacer cumplir las nuevas normas de gobierno, enfrentó tal avispero de ruegos y amenazas, que optó por ceder y suspender de momento su ejecución. Así, lo– gró al menos soslayar el peligro de correr igual suerte que Blasco Núñez de Vela en Perú, quien acabó sus días decapitado. 253
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