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Acabada la dicha Tabla, hizo juntar a definitorio y en él la leyó; y como la iba leyendo, la iban aprobando los padres de él y el prelado superior confirmando. De manera que ni añadieron ni quitaron de como venía en borrón, y firmándola la leyeron y se concluyó el capítulo; de donde se infieren dos cosas: la una el crédito grande que de este padre Mendieta tenían todos y el buen juicio que en esto mostró; y el otro, el poco cuidado que causaban entonces los oficios, pues más se atendía a la oración que a procurarlos; cosa necesarísima para el buen acierto de un capítulo". En el año 1575 Juan de Ovando dejó la presidencia del Con– sejo de Indias. Con su salida, Mendieta perdió la única coyuntura que había tenido para imponer sus proyectos desde los organismos del poder civil y eclesiástico. Firme en sus ideas, sólo le quedó un recurso, la pluma. Un año antes, en 1574, se había determinado a escribir, no ya una simple crónica, sino una verdadera Historia que reflejara su ideología. Su Historia Eclesiástica Indiana -se ha di– cho- no es más que el fiel reflejo de su visión personal de la evan– gelización del Nuevo Mundo, en particular de Nueva España. Esta es presentada por él como fruto del ferviente espíritu vivido por los primeros apóstoles franciscanos de México, prototipos de la más estricta observancia y creadores de una Iglesia primitiva y mi– sional. En el año 1595, septuagenario ya, se retiró al convento de Hua– xutla, austero y silencioso. El pequeño eremitorio sólo tenía seis celdas, de ocho pies de ancho y nueve de largo. La anchura del claustro no pasaba de siete pies. Allí se sintió a su gusto, y escri– bió con tal dedicación, que su obra quedó muy adelantada. En Huaxutla demostró, una vez más, su afición a la pintura. Nun– ca, al parecer, le convenció nadie de que sus dotes de artista no pasaban de la buena intención, y se ocupaba -nos dice Torquema– da- "en rotular los libros de la librería y convento". Incluso se atrevió a retocar grabados de fray Diego Valadés, un artista respe– table. Mejor escritor que dibujante, su estilo es fluido, directo, hasta ameno, menos cuando se pone a hacer oratoria. En el año 1602, siendo morador del convento de Xochimilco, sufrió "un desbarato del estómago que rompió en sangre". Hubo que llevarlo a la enfermería, "donde estuvo muchos meses pade– ciendo mucho de ello. Mostró en esta enfermedad grandísima pa– ciencia y nunca la perdió por más que le afligiese". Falleció el día 9 de mayo de 1604, en el convento de San Fran– cisco de México. Pocos días antes había encomendado a su discí– pulo fray Juan Baptista Viseo que se encargase de publicar su obra, su Historia Eclesiástica Indiana, que la tenía ya prácticamente aca- 250
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