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Ramón Pané habla expresamente de su compañero franciscano. En el capítulo XV bis, por ejemplo, informa de "cómo partimos para ir al país de dicho Mabiatué, esto es, yo, fray Ramón Pané, pobre ermitaño, fray Juan de Borgoña, de la Orden de San Francisco, y Juan Mateo, el primero que recibió el agua del santo bautismo en la isla Española". Mal que bien, ambos misioneros aprendieron el idioma de los nativos. Bartolomé de Las Casas, de quien nunca se sabe a ciencia cierta cuándo se queda corto o cuándo se pasa de largo en sus afir– maciones, dice de fray Ramón que "escudriñó cuanto pudo, según lo que alcanzó, de las lenguas, que fueron tres las que había en esta isla". De Juan de la Deule y de Juan de Cosin aclara que "tenían buen celo, pero faltóles saber las lenguas bien"; es decir, que las sa– bían, aunque no a perfección. El "pobre" ermitaño y el lego "muy sabido y letrado" se acomo– daron en lo posible al modo de vivir de los indios: habitaban en bo– híos, dormían en hamacas, se sentaban en dujos, se alimentaban de maíz, casabe y tubérculos, de jobos, guayabas y guanábanas, y cultivaban su propio conuco de ajes, es decir, de batatas o bonia– tos. Sufrieron también en carne propia la pobreza del indígena. Fray Ramón confiesa que no disponía ni de "papel bastante" para redactar sus notas, hasta el extremo de no poder "poner en orden lo que por error trasladé a otro". De fray Juan de la Deule, el cro– nista Glassberger supo de buena fuente que, para no andar tan des– nudo como los indios, tuvo que tejer no sé qué especie de hilos y fibras para hacerse con una túnica, pues el hábito que trajera se le había podrido. Estudio de la cultura indígena Con humildad cristiana, con sincero amor, los dos improvisa– dos etnógrafos, más que a enseñar, se dedicaron a aprender de aquellos nativos, de quienes dice Pané que "no saben leer ni contar sino hasta diez". Poco a poco fueron descubriendo que sus mitos eran raramente poéticos e infantiles: Guahayona se transforma en el "pájaro que canta por la mañana"; sus hijos, mientras -abando– nados a la orilla de un arroyo- lloran pidiendo de mamar, se con– vierten en ranas; de una calabaza comienza, de pronto, a salir agua y tanta sale, que da origen al mar... En sus veladas nocturnas o a la sombra de las gigantescas cei– bas, los indios les cuentan "de qué parte vinieron, y de dónde tu– vieron origen el sol y la luna, y cómo se hizo el mar y a dónde van los muertos". 23
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