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cionista. En este particular, no se contentaba con principios genera– les; descendía al nivel de lo concreto, al detalle. Llega, por ejemplo, a diseñar un plano de concentración poblacional de la provincia de Tlaxcala, en el cual los poblados de indios se ubican, con sus bie– nes comunales, ejidos, etc., en torno a los conventos franciscanos qua había en dicha provincia... El mal trato que recibían los indios de parte de los españoles le hirió dolorosamente desde el principio. Su actitud contra el sistema de los trabajos o servicios personales, al que ya se había opuesto en un informe su maestro fray Toribio de Benavente en el año 1550, fue endureciéndose con los años. Después de un cuarto de siglo de experiencia en México, su oposición al sistema se hizo rotunda y enérgica. Escribía en el año 1582: "Cuanto al servicio personal, dicen los españoles que no pueden pasar sin él, yque pues los indios no se alquilan voluntariamente, es necesario que sean compelidos. A esto digo que ambas premi– sas son falsísimas, y puesto que fueran verdad, no era bastante causa la necesidad de servicio de la nación española, por muy grande que fuera, para compeler a los indios para que los sir– viesen con notable daño y perjuicio suyo, tanto más con tanta destruición y asolamiento de su república como lo es agora ma– nifiestamente". Después de haber observado que "en todo lo que los españo– les tienen hollado ... se han despoblado y quedado desiertas mu– chas y grandes provincias", propuso, como uno de los puntos-cla– ve de su política indigenista, que los indios viviesen en poblados aparte. "Estando juntos (indios y españoles), estos los van comien– do y así no les dejan ni casa, ni tierra, ni planta que ponen, ni la hija ni la mujer y, sobre todo, se han de servir dellos para todo cuanto quisieren hacer". Para el año 1565, Mendieta se sentía suficientemente seguro de su ideario político como para atreverse a proponer al mismísimo Felipe 11, veinticuatro puntos de medidas de buen gobierno para Nueva España. Este programa de política indigenista y eclesiástica de Mendieta había de ser suscrito cinco años más tarde, el día 20 de enero de 1570, por el Provincial y los definidores de la provin– cia del santo Evangelio de México. Una utopía que no se mantuvo en pie La defensa de los conculcados derechos de los indios y la evan– gelización de éstos llevaron a Mendieta a proponer soluciones fran– camente clericales, en las que los valores políticos están al servicio de la que él llamaba Iglesia primitiva, una Iglesia misional inspi– rada en la estricta observancia franciscana. La "Iglesia primitiva 244

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