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cera, cubiertos con solos sus mantillos viejos sin otra ropa, y no tendidos sino arrimados, por no dar a su cuerpo tanto descanso; su comida era tortillas de maíz y chile, y cerezas de la tierra y tunas". Obsesionado con seguir las pisadas y el espíritu de sus prede– cesores, Mendieta no se cansa de contar anécdotas devotas, detalles significativos,y hasta pintorescos, como el siguiente: "Y cuando en Carnaval comían gallina, era una sola (entre dos) en toda la semana, repartiéndola de esta manera: el domingo co– cían y comían el menudo, que es pescuezo y cabeza, hígado y molleja; los otros cuatro días guisaban cada día su cuartillo sin otra carne, y a la noche no cenaban, porque ésta era general costumbre en toda la provincia, no cenar, sino solamente el do– mingo alguna poca cosa... y con todo esto trabajaban en la doc– trina y visitas mucho más que ahora". En lo primero que trató de imitar a sus admirados modelos fue en el aprendizaje del idioma náhuatl. Como buen vasco, Mendieta era "tardo de lengua al hablar en castellano", dice un contempo– ráneo suyo. Sin embargo, se hizo tan rápidamente con el idioma mexicano, que algunos vieron en aquel hecho un milagro. En efecto, al año y medio de su llegada a México misionó en el valle de Tolu– ca dirigiéndose a los nativos en su propia lengua. ... y de política indigenista Pronto se dio cuenta fray Jerónimo de que sus maestros no ha– bían cultivado un espiritualismo desencarnado. Si algún aspecto lla– ma la atención en el fervor religioso de aquellos primeros francisca– nos de Nueva España, provenientes de las filas más trabajadas por la reforma observante de la península, es precisamente su dinamis– mo social y político. Fue la suya, ciertamente, una espiritualidad li– beradora. No había pasado todavía un año desde su arribo a América cuando Mendieta exhibió su precoz talante político, enviando -el 2 de enero de 1555- un informe sobre la situación social de México al emperador Carlos V. Dos años después, vuelve a escribir al Emperador pidiéndole, en nombre de los superiores franciscanos de México, que declare a los indios exentos del pago de diezmos. El soñaba con poblaciones indígenas económicamente autosuficientes y libres de exacciones contributivas. En 1564 torna a insistir varias veces sobre este punto. Para el año 1558 estaba ya Mendieta trabajando en concen– trar en poblados a los indios dispersos del valle de Toluca. Los pue– blos de Calimaya y Tepamachalco fueron fruto de su labor reduc- 243

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