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12. Jerónimo de Mendieta, el frustrado político de la utopía Fray Jerónimo de Mendieta, el célebre autor de la Historia Ecle– siástica Indiana, además de historiador, fue político; político en el mejor sentido de la palabra, es decir, de hombre que lucha por lo– grar que sus ideas se encarnen en la sociedad de su tiempo. Sólo que Mendieta, al tratar de que sus proyectos se realizaran, preten– dió detener la marcha del tiempo, y así vino a ser, por idealista, un político frustrado. Fue un hombre tenaz, utópico y sensible, trabajador y sufrido. Su larga y tensa existencia trasluce cierto brillo de heroísmo -el brillo que emiten las vidas quemadas generosamente en perseguir nobles e imposibles ideales. En él todo se explica-inclusive la orien– tación que dio a su producción literaria- a partir del sublime error que cometió en su sacrificada vida: no haber sabido comprender el hecho, el vulgar y triste hecho, de que hay programas tan puros y elevados que no caben en los estrechos cauces por los que avanzan, a duras penas, la historia de los hombres, que es esencialmente limi– tada, no sólo en sus logros, sino también en sus posibilidades. Sus modelos de vida franciscana Nació en el año 1525, en Vitoria, ciudad vasca donde el frío y cortante viento del monte Garbea afina el espíritu hasta la angus– tia. Su padre, que casó legítimamente tres veces, tuvo cuarenta hi– jos, de los cuales el menor fue Jerónimo. Este, orgulloso, al pare– cer, de semejante portento de la fecundidad humana, hizo pintar en un pergamino su frondoso árbol genealógico. Tomó el hábito de la Orden en la provincia de Cantabria, en cuyos conventos cursó los estudios. "Estudié mi curso de artes y teología en esta provincia de Cantabria". A los veintinueve años marcha a México. Viaja a bordo de la nao Almirante. Con más libros que ropa -en total, diez kilos de peso-. Llega a Veracruz el día 24 de junio de 1554, después de un tedioso viaje de cuatro meses. Destinado de inmediato al convento de Tlaxcala, es por unos tres años súbdito -y discípulo- de Toribio de Benavente, el gran 241

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