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ciar que a los nativos se les fatigaba con excesivos trabajos, tra– tándolos como a esclavos y sin darles tiempo ni para "rascarse". En sus cartas, Betanzos acusa a las autoridades civiles de Guate– mala de poco favorables a los indígenas. "Antes que sepan qué es ser cristiano, les han puesto estos señores en saber qué cosa es Audiencia y pleitos para hacelles gastar y, por mejor decir, roballos". Critica duramente a Zorita, Landecho y Mejía. Achaca al doctor Me– jía haber agravado los servicios de los indios y disminuido las ayu– das para la construcción de las iglesias. "No hay caballeriza de ne– gro que no esté hecha, y los templos de Dios, todos por hacer". Acla– ra a Felipe II que la controversia que mantienen los frailes con las autoridades civiles se basa en la defensa que ellos, los religiosos, hacen de los derechos de los indios. A no ser por esta tutela -dice– "ya fueran acabados". A la denuncia había precedido la súplica. "Muchas veces yo y mis religiosos les hemos pedido y suplicado por peticiones a vues– tro presidente (de la Audiencia) y oidores se compadezcan dellos y les quiten estos servicios... y no basta con estos señores a querer– nos oir... que no ha bastado ya más que ponerse los españoles a querernos matar y procurar deshonrarnos e infamamos, porque les fuimos a la mano en conservar esta gente". Las reducciones fueron la empresa de mayor envergadura aco– metida por fray Pedro de Betanzos y sus hermanos de hábito a fa– vor de los indios de Guatemala. En esta labor de modelación so– cial y religiosa de los indígenas, los franciscanos se ocuparon desde 1540 hasta 1553. El manuscrito fundacional de la provincia de Gua– temala atestigua que "el padre fray Pedro Betanzos fue uno de los que más trabajaron en la doctrina y conversión de los naturales y en sacarlos de los montes y barrancas para que viviesen en pue– blos". En su citada carta de 1559 recuerda Betanzos: "Los juntamos por poblaciones, que estaban antes por los montes huidos y ame– drentados, y así hicimos pueblos de a mil y a dos mil y a tres mil hombres, y de aquí abaxo muchos en que hicimos más de doscien– tos pueblos entre chicos y grandes, y comenzámosles a hacer igle– sias para honra de nuestro Dios y darle un poco de calor a su cris– tiandad". En esta tarea de las reducciones los franciscanos tuvieron un cuidado especial en que los poblados indios se construyeran "en su natural" y no en zonas de "temples diferentes". Durante la campa- . ña reduccional llevada a cabo por el Oidor Zorita, Betanzos había visto desgarradoras escenas de indios desplazados por fuerza a luga– res distantes. Escribió en 1556: "Y no hay a quien no moviese a gran lástima y compasión viendo las pobres indias presas y atadas con sus hijos a cuestas por los caminos, y los maridos, de miedo por los montes, las haciendas robadas... Un pobre indio que vio que 237
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