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bre de padre, pasándoles la mano sobre las cabezas, que ellos te– nían por agasajo, y con suavísimas palabras proferidas con el mis– mo sonsonete, modo y articulaciones de ellos, los atraía a la ley de Dios". Con estos tan cordiales métodos de persuasión, no sólo lo– graba adentrarse en medio de las tribus más hostiles "sin llevar con– sigo otra compañía que un pequeño muchacho a quien tenía enseña– do a ayudar a misa", sino también "rastrear con extraña diligencia sus costumbres y ritos" y averiguarles "sus más ocultas intenciones, señas y tratos". Así logró hacerse indio con los indios, sintonizar con su modo de ser y respetar su idiosincrasia, dejándoles vivir y conducirse de acuerdo con sus costumbres. "Que se quite esta vexación y los de– jen vender y comprar, coger y sembrar a su modo, como hasta aquí han hecho". No toleraba que los españoles les obligasen a trabajar a un ritmo que no era el suyo. "Porque aunque los españoles dicen que están ociosos los indios, los españoles son los que lo están". Gracias a esta identificación por medio del idioma y de la sim– patía, a él y a sus hermanos de hábito se les hizo posible adentrar– se en el ánimo de los indígenas, hacerse entender y comprender de ellos y conducirlos a una sincera conversión. "Los religiosos que sa– bemos sus lenguas y estamos toda la vida entre ellos podemos en– caxar en su entendimiento" las leyes y los principios que ni la Igle– sia ni la Real Audiencia lograban imponerles. Así lo confesaron los indios de Sololá: "Estábamos ciegos y no entendíamos, porque aun– que había llegado la palabra de Dios a nosotros... aunque quería entrar en nuestros corazones, no podía, porque no la conocíamos. Hasta que predicándonos el padre fray Pedro de Betanzos nos abrió el entendimiento y fueron cayendo de nuestra vista unas co– mo escamas que nos impedían el ver la clara luz de lo que se nos decía". Hermano y servidor de los indios, les fue fiel hasta la muerte. Murió en Chomez, "pueblo de indios" de Costa Rica, "acostado en– cima de una esterilla que llaman petate, con su hábito puesto y el manto abrochado al cuello", asistido por indios. Denuncias y reducciones No bastaba sintonizar con los indios, era preciso tomar parti– do y salir por ellos. En carta de 1556, Betanzos informó que se les había desposeído "de sus cacicazgos y señoríos sin oírles, los cua– les, según las leyes antiguas, eran señores naturales, y por no lo en– tender ni guardarles orden de derecho, ha habido y hay grandes di– sensiones... y no se puede predicar el evangelio, ni ellos están al presente para lo poder recibir". Tres años después volvió a denun- 236
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