BCCCAP00000000000000000000764
naban a un vago Ser Supremo con los vocablos Jurakan, Uquxcaj, Tojil, Maqxit y Qabowil. Los dominicos defendían que el vocablo Qabowil -quiere decir Portento- era apropiado para designar a Dios. Betanzos opinaba que no era un término suficientemente cla– ro y preciso, porque entre los nativos era usado para designar a cier– tos ídolos dotados de poderes especiales. Según él, la palabra Dios no tenía equivalente en las culturas aborígenes de la América Cen– tral y era preciso dejarla intacta, aunque pronunciada a la manera indígena, Tiosh. Fray Pedro de Betanzos quería hilar delgado para salvaguardar la pureza de los dogmas y de la moral del cristianismo. Intuyó los peligros de un sincretismo pagano-cristiano, vigente hoy en muchas zonas de Guatemala. El término Wachibal, por ejemplo, con que los indígenas guatemaltecos designan a los santos patronos de los pueblos, es el nombre con que la religión quiché denominaba a ciertos seres fantasmales. El infierno se sitúa en Xibalbá, el miste– rioso mundo abismal donde reinaba el astuto dios Quaxtoc, des– doblado en Lucifer. Y no se sabe a través de qué extrañas traspo– siciones, Rugam, el "envoltorio sagrado" que guardaba las reliquias de las divinidades quichés y cakchiqueles, se ha refugiado en san Pascual Bailón... Las controversias entre franciscanos y dominicos fueron, al parecer tan desentonadas, que, según el cronista Vázquez, obliga– ron a Betanzos a salir de Guatemala: "los motivos que le excita– ron el viaje (a Costa Rica) fueron algunas contradicciones que tuvo el Arte y Catecismo que hizo": Si Betanzos se entrega tan a fondo al estudio de los idiomas indígenas no es por mera curiosidad intelectual ni sólo para hacer– se con un instrumento imprescindible para evangelizar a los infie– les, sino, sobre todo, por una necesidad, sinceramente sentida, de total identificación con el nativo. En la base de su afán lingüístico hay una clara opción indigenista, una actitud de profunda y com– prometida simpatía con el nativo, que le lleva al trato diario, a la constante convivencia con el mismo. Durante los treinta años que pasa en Centroamérica (en Guatemala, Nicaragua y Costa Rica ma– yormente), se gloría de haber vivido siempre entre indios. En su carta a Felipe II del año 1559 se describe como "persona que ha casi veinte años que estoy entre estos indios". Le dice que no ha podido ver cierta cédula real dirigida a la Audiencia de Guatemala porque andaba "fuera, allá por los pueblos de los indios". No pue– de viajar a la Corte "por falta que de mí tienen los naturales, por razón de saber sus lenguas". Su manera de conducirse con los nativos era, según el cronis– ta Vázquez, muy humano y cordial. "Acariciábalos con mansedum- 235
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz