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franco y desenvuelto, relata a Hernán Cortés sus méritos, pero tam– bién sus excesos -"las guerras y batallas para pacificar las provin– cias de Chapotulán, Checialtenango y Utlatán, la quema de su Caci– que y nombramiento de sus hijos para sucederle..."-. En 1530, lleva de España, no venales exactores, sino al honesto y celoso pri– mer Obispo de Guatemala, don Francisco Marroquín, a quien nom– bra su albacea. Marroquín no teme recriminar al conquistador por sus injusticias. Le recuerda -es un ejemplo- que no le es lícito he– rrar como esclavos a los indios de su encomienda de Jocotenango. Alvarado acepta las reprensiones. "Y así él lo (re)conoció". También en la Corte se deja oír la voz de la conciencia. En agosto de 1530 se legisla que nadie, ni aun en guerra justa, ose cau– tivar indios ni herrarlos como esclavos. Los encomenderos, heridos en sus intereses, pronto consiguen que la Real Cédula quede en pa– pel mojado; pero los defensores de los oprimidos no callan. La pro– testa que· 1os franciscanos de México elevan en 1533 es valiente. Se refiere a la marcha atrás que la Corte había dado en lo referen– te a la prohibición de hacer esclavos. Dice así: "Oh católico Príncipe, y lése es el galardón que de vuestras reales manos esperaban vuestros vasallos? Y ¿ése el tesoro que la Iglesia esperaba de las ovejas a Vos encomendadas? No podemos alcanzar con qué espíritu fue movido el que tal relación fue a dar a vuestro Consejo para que tan gran crueldad concediese". La conciencia cristiana logra imponer poco a poco sus fueros, no solamente desde los púlpitos y las sedes de los obispados, sino también desde los organismos civiles. Los anales cakchiqueles elo– gian la actuación de Alonso Maldonado y Alonso López de Ce– rrato, presidentes de la audiencia de Guatemala. "El príncipe Mal– donado llegó a aliviar a la gente de sus sufrimientos: el lavado del oro cesó y cesó también el tributo de hombres y mujeres; cesaron también de quemar vivas a las personas, y los actos violentos... En el curso del año 1549 llegó el presidente Cerrato... Condenó a los castellanos; puso fin al trabajo forzado y obligó a los castellanos a pagar por todo trabajo, pequeño o grande". También el oidor Juan Rogel ayudó a mejorar la condición de los indígenas, para quienes levantó reducciones en unión con los franciscanos. Estos llegaron a Guatemala en 1539 gracias a las ges– tiones del obispo Marroquín. Diego Ordóñez, Gonzalo Méndez, Francisco de Bustillo, Diego de Alba y Francisco de Valderas fue– ron los primeros. En ese mismo año de 1539, el Consejo de la ciu– dad pidió cincuenta franciscanos más. Es significativo el motivo que adujeron los miembros del Consejo al hacer la petición: "Por– que hasta agora todos los vecinos y moradores de esta gobernación habemos entendido en las guerras y conquistas de los naturales de 233

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