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Clave para reconstruir e interpretar la cultura maya Hijo de su tiempo, fray Diego de Landa atribuye a la fe reli– giosa tan absoluto y exclusivo valor, que, ante ella, las demás rea– lidades palidecen y pierden su categoría de entidades autónomas. Arte, cultura, civilización, derechos humanos, libertad de conciencia son, en el siglo XVI, conceptos tan relativos, que, tanto en el mun– do católico como en el protestante, quedan suprimidos en cuanto supongan peligro o sean obstáculo para la religión. El santo y hu– manísimo fray Martín de Valencia justifica la guerra por la solara– zón de combatir la idolatría. El tercer concilio mexicano, que se celebra en 1585, es decir, una veintena de años después de los he– chos de Maní, establece la siguiente norma en relación con las "obras de arte" de la cultura pagana: "Así mismo encarga este santo Concilio al Gobernador y yus– ticias de Su Majestad den orden cómo se quitan de las puertas o edificios los ídolos que en ellas están puestos, o se deshagan las figuras que tienen, y los cues o sacrificaderos se allanen y quiten. Porque del todo se pierda la memoria de sujeción del de– monio en que estos miserables vivían". Averiguar con torturas, reprimir con castigos físicos, incluso con la muerte, los "errores", las "herejías" o los pecados públicos, eran medidas normales, aceptadas por la sociedad y por las legisla– ciones vigentes. Cuánto más, quemar libros paganos o derribar tem– plos idolátricos. Para justipreciar el hecho de la destrucción de los códices mayas que comentamos, es iluminadora la consideración que al respecto hace el estudioso de la cultura maya, J. Eric S. Thompson: "El Obispo Landa ha sido acremente criticado por su severidad al tratar de extirpar las recrudescencias del paganismo; mas en esto, él no fue sino un instrumento y un producto de las circuns– tancias que reflejan, además, los puntos de vista de su tiempo, o sea, que el alma ha de tener prioridad sobre el cuerpo, así co– mo que el fin justifica los medios. Pero ¿quiénes somos nosotros para criticar esta manera de ver las cosas? En nuestra época he– mos sustituido las ideas sobre el alma por las de orden político y mantenemos el prejuicio de que el fin justifica los medios". Fray Diego de Landa destruye lo que en conciencia cree que debe destruir, pero luego reconstruye culturalmente lo que su celo religioso ha arruinado. Este es uno de los aspectos más positivos y luminosos de Landa, que le ha valido el título de "el más grande intérprete y conservador" de las culturas precolombinas después de fray Bernardino de Sahagún. Tan singular puesto lo ganó el pa– dre Landa escribiendo su inmortal libro, Relación de las cosas de Yucatán. La obra, que ofrece una visión sintética de la cultura y de 223
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