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Landa admira la buena disposición física de los nativos. "Los indios de Yucatán -escribe- son gente bien dispuesta, altos, recios y de muchas fuerzas". Exalta la belleza de la mujer yucateca. "Las indias del Yucatán son en general de mejor disposición que las es– pañolas... ; no son de tantos riñones como las negras. Précianse de hermosas las que lo son y, a una mano, no son feas". No disimula su ternura por los niños nativos. Afirma que se crían "a maravilla lindos y gordos"; que son "bonicos y traviesos". Describe con deliciosa minuciosidad los vestidos y las costum– bres de los indios, su limpieza y aseo, adornos y perfumes, comi– das y recreaciones, músicas, bailes y tatuajes. "Se precian mucho de ser requebrados y tener gracias y habilidades naturales". Elogia sin rodeos sus virtudes: honestidad, sentido de ayuda mutua y cortesía. "Y sienten mucho la amistad y la conservan aunque estén lejos unos de otros". Observa detalles que escaparían al más atento estudioso: el método que usan las madres para volver a sus hijos bizcos -pues "tienen por gala ser bizcos"-; la forma en que se lavan manos y boca después de comer; cierto característico sonsonete que hacen "con la aspiración en la garganta" mientras hablan; cómo las mu– jeres aprecian el uso del iztah-te, una especie de jabón perfumado... Diego de Landa tuvo el privilegio de moverse durante muchos años en el escenario de una de las más florecientes civilizaciones precolombinas: la maya. A lo largo de 3.500 años, los mayas desa– rrollan su extraordinaria cultura en ciudades-estado: Dzibilchaltún, de más de 40.000 habitantes; Uxmal, que en el período preclásico, erigió impresionantes monumentos de austera arquitectura; Sayil, con sus típicas construcciones de estilo geométrico muy ornamen– tado; Tikal, célebre por su grandioso conjunto de palacios y pirá– mides-templos, de hasta 70 metros de altura algunos de ellos; Pa– lenque, cuya tumba de Pacal, de increíbles bajorrelieves, es la ad– miración de estetas y especialistas; Copán, donde, ya para fines del siglo VII de la era cristiana, los mayas habían perfeccionado el ca– lendario lunar; Chichén-Itzá, con sus edificios de aire imperial y mi– litarista; Mayapán, Tulún, lzamal, Becán, Yaxchilán... En su Relación de las cosas de Yucatán, fray Diego de Landa estudia y admira todas las manifestaciones de la cultura maya: sus obras arquitectónicas, sus instituciones sociales y religiosas, sus in– creíbles avances en matemáticas y astronomía. "En Yucatán -es– cribe- hay muchos edificios de gran hermosura, que es la cosa más señalada que se ha descubierto en las Indias, todos de cantería muy bien labrada". "Estos edificios no son hechos por otras naciones, sino por indios" -advierte. 220

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