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entraban Nicolás de Albalate, Angel Maldonado, Juan de la Puerta y Miguel de Vera. El tercer grupo llegó de España. En 1549. Uno de sus integrantes se llamaba fray Diego de Landa. Talante, cargos y ministerios De ascendencia vasca -aunque nacido en Cifuentes, en la pro– vincia de Guadalajara-, fray Diego de Landa sólo cuenta unos vein– ticinco años cuando arriba a Yucatán. De atenernos a un retrato proveniente del antiguo convento franciscano de Izamal, la figura del padre Landa impresiona por sus rasgos austeros y enérgicos, un tanto sombríos. La frente, espaciosa; las cuencas de los ojos, hundidas; la nariz, de agudo filo; los labios, voluntariosamente con– traídos en un rictus que no se sabe si es de resignación o de velada amenaza; el mentón, partido; cerrados los párpados. Un rostro de profundos relieves, que revela una personalidad impetuosa y tenaz, inteligente y poco flexible. Religioso ferviente, lleva un áspero cilicio ceñido al cuerpo. Su piedad está retratada en una espontánea y barroca oración compues– ta por él. En ella afirma que Dios es: "ser y vida de mi alma, ca– mino cierto de mis costumbres, consuelo de mis consuelos, alegría interna de mis tristezas, refrigerio y descanso de mis trabajos". Celoso misionero, después de aprender el idioma maya con el padre Villalpando, se lanza a explorar las tierras de Izamal, Mé– rida y Chichén-Itzá. En las serranías de Oxcutzcab, un poco al sur de Ticul y Maní, concentra en pueblos algunos indios realengos, y los bautiza. Defiende a los indígenas de los abusos de conquistadores y en– comenderos. Denuncia que "había muchos estorbos de parte de los españoles, que eran absolutos señores y querían que se hiciese todo enderezado a su ganancia y tributos". Gracias a sus ruegos y a los de sus hermanos de hábito, se re– gula la vida cívica de los indígenas de Yucatán a tenor de las orde– nanzas escritas por el licenciado Tomás López, Oidor de Guatemala y promulgadas en 1552. Organizados en pueblos, los vencidos aprenden a vivir "en policía y orden", se liberan de la tiranía de los encomenderos y, aunque un tanto a la fuerza, se hacen cristianos. Dentro de la Orden franciscana, Diego de Landa se mueve en– tre hermanos de extraordinaria valía: Luis de Villalpando, graduado de la Universidad de Salamanca, buen lingüista, autor de "una ma– nera de arte" en idioma maya; Lorenzo de Bienvenida, gran misio– nero, con cuyos criterios -humanitarios y realistas- cho– ca más de una vez el recio e inflexible Landa; Juan de Herrera, ge- 218

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