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La ilusión del Paraíso antillano se esfumó muy pronto para to– dos aquellos soñadores del segundo viaje de Cristóbal Colón. Al llegar, en efecto, el día 28 de noviembre de 1493 al fuerte Navidad, que el Descubridor había mandado levantar en la costa norte de Haití durante su primer viaje, los expedicionarios se dieron de ma– nos a bruces con el más cruel de los desengaños: el fuerte había sido arrasado y asesinados sus cuarenta defensores durante una violenta sublevación de los indios circunvecinos, guiados por los ca– ciques Guacanagorix y Caonabo. La violencia, que había de caracterizar la conquista del Nuevo Mundo, había brotado incontenible en cuanto las carabelas de la primera expedición dieron vuelta y se perdieron en el horizonte, rumbo a España. Los del fuerte, enervados por el Trópico y los mos– quitos, aguijoneados por la lujuria y la sed de oro, se dieron a me– rodear, como lobos, las aldeas de los indios, asesinándolos y vio– lando a sus mujeres. La reacción de los nativos no se hizo esperar. Allí perdió la vi– da el jefe de la guarnición, Diego de Arana, quien no pudo conte– ner la locura de sus hombres. Allí murieron el bachiller Bernardi– no de Tapia, el inglés Tallarte de Lajes, el sevillano Alonso Vélez de Mendoza, el vasco Domingo de Bermeo, el irlandés Guillermo Ires. Nadie escapó del furor de los indígenas, vejados por aquellos hombres a quienes ellos habían recibido como a seres del cielo. . nd.t. \la8a e~ .'(f~t "Rasguño" de la costa noroeste de la Isla Española. De Cristóbal Colón. Año 1493. Obsérvese la localización del fuerte Natividad. El original (dibujo a tinta sobre papel) se conserva en la biblioteca del Palacio de Liria, Madrid. 19

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