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Las duras pruebas de sus últimos años Recias fueron las pruebas que soportó Bernardino de Sahagún en sus últimos años. Sus opiniones respecto de la insinceridad en la conversión de los indios bautizados no eran compartidas por un gran número de frailes, y Sahagún, que no tenía pelos en la lengua, motejaba a sus opositores de "apasionados y mentirosos". Ni siquie– ra el venerable Toribio de Benavente se vio libre de sus duras crí– ticas. Mientras algunos influyentes religiosos, como Andrés de Ol– mos, Francisco Toral, Jerónimo de Mendieta, Miguel Navarro y Ro– drigo de Sequera estuvieron de su lado y le protegieron, otros, co– mo Alonso de Escalona, fueron enemigos suyos y muy poco con– siderados con sus extraordinarios méritos. El primer zarpazo le vino del padre Escalona. Elegido provincial en el año 1570, ordenó que Sahagún fuera privado de todas sus obras manuscritas y que éstas se depositaran en distintos conventos de la provincia. Contaba ya setenta años de edad cuando fue víctima de aquel atropello, que él lo recuerda con una contenida indignación: "Tomó -escribe la– cónicamente- todos los libros al dicho autor y se esparcieron por toda la provincia". El nuevo provincial, Miguel Navarro, tuvo que fulminar censu– ras para poder reunir los manuscritos y devolverlos a su autor; pero, en el año 1577, entró en juego otro elemento más inapelable: la Inquisición. Sahagún fue fríamente despojado del fruto de toda su vida de investigación, trabajo y sacrificio, y sus obras fueron llevadas a España. Nunca más pudo recuperarlas. De todas las obras que escribió, solamente una pudo ver impre– sa: sus Cantares. "Fue este padre -advierte su amigo Mendieta– en esto desgraciado, que de todo cuanto escribió sólo un cancione– ro se imprimió, que hizo para que los indios cantasen en sus bailes". Pero ni por ésas se dejó vencer. Había podido conservar algu– nos borradores, notas y fragmentos, y aunque él, tan amigo de la caligrafía, apenas podía ya mover la pluma "por temblor de la ma– no" -como él mismo detalla-, se lanzó, a aquellas alturas, a la loca pretensión de rehacer todas sus obras... De hecho, llegó a es– cribir una segunda edición de su Conquista de México cuando contaba 85 años de edad. Octogenario ya, se vio envuelto en una desagradable polémica que se suscitó entre el provincial del santo Evangelio y el comisa– rio de Nueva España. Expulsado éste, ordenó que se hiciera cargo del gobierno de la provincia el primer Definidor de la misma, que era precisamente el padre Sahagún. Este aceptó el puesto y declaró de inmediato que el legítimo prelado era el provincial rehusado por el comisario. Enterado éste de la jugada, excomulgó a Sahagún, que contaba ya 88 años de edad, y a los otros tres definidores. 204
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