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las artes liberales y la santa teología, fuertes en sufrir trabajos de hambre y sed, frío y sueño, ni menos hábiles para nuestro cristia– nismo, si en él debidamente fueran cultivados". Demuestra un particular afecto hacia sus alumnos del colegio de Tlaltelolco. "Nosotros ejercitábamos con ellos -confiesa- la blandura y piedad que entre nosotros se usa". Cita con sus propios nombres, apellidos y pueblo o barrio de origen a sus colaborado– res indígenas en la redacción de sus libros: a Antonio Valeriano, de Atzcapozalco; a Alonso Vegerano, de Quatlitán, y a Martín Jacobita, gramáticos "trilingües"; a Diego de Grado, de Tlaltelolco -del ba– rrio de la Concepción, por más señas- pendolista; a Gaspar Matías, informador especializado en hierbas medicinales, etc. Una de las revelaciones más significativas de la singular actitud moral de Sahagún como escritor es que redacta la historia de la conquista de México... desde el punto de vista de los vencidos. Ha– cia el año 1550 escribe su Conquista de México en lengua náhuatl y siguiendo la versión que dieron de los hechos algunos indios de Tlaltelolco "que se hallaron en la misma conquista, personas prin– cipales y de buen juicio". Sahagún aclara su revolucionario método afirmando que "los que fueron conquistados sufrieron y dieron re– lación de muchas cosas que pasaron entre ellos durante la guerra, las cuales ignoraron los que los conquistaron". Ante esta actitud, siempre sorprendente -pues en asuntos de guerra siempre arrima uno el ascua a su sardina-, D'Olwer reconoce que Sahagún fue "aquel buen franciscano, exento de todo prejui– cio de raza, de patria o de cultura, para quien sólo cuentan Dios y la verdad". Sahagún demostró su amor a México no sólo con su ejercicio -oscuro y tenaz, humilde y agotador- de etnógrafo y lingüista, sino también como incansable y creativo predicador. Hacia 1575 declaró que "ya ha más de cuarenta años que predico por estas par– tes de México y en lo que más he insistido es ~n ponerlos (a los indios) en la creencia de la fe católica, por muchos medios... así por pintura como por predicaciones, representaciones y locuciones, probando con los adultos y con los pequeños... dándoles las cosas necesarias de creer con gran bondad y claridad de palabras". En el ejercicio del magisterio, Sahagún fue uno de los primeros y más brillantes profesores del colegio de la Santa Cruz de Tlalte– lolco, del que tan orgulloso se mostró siempre. Decía que sus alum– nos indígenas "vinieron a entender todas las materias del arte de la gramática, a hablar latín y entenderlo, y a escribir en latín y aun a hacer versos heróicos. Yo fui el que los primeros cuatro años con ellos trabajé y los puse en todas las materias de latinidad". 203
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