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El móvil de sus investigaciones ¿Qué corazón latía en este fraile que con tan arduo tesón se entregó a la investigación de la cultura de un país que no era el suyo? ¿Qué sentimientos le sostuvieron en ese ingente esfuerzo que suponen sesenta años de dedicación al estudio de un pueblo en todas las manifestaciones de su vida? Ciertamente que el único móvil no pudo ser su voluntad de desarraigar la idolatría. Los se– cretos del idioma náhuatl le interesaron por sí mismos; la vida de un pueblo, que es su cultura, le cautivó el corazón. Aquella admi– ración que sintió al contemplar por primera vez el teocalli mayor de México nunca se entibió en él, sino que fue creciendo con los años. Con todo, no era sólo el amor a la cultura el que movía su pluma, sino, más bien, un entrañable cariño hacia aquel pueblo que la produjo. Sí; aquella admirable cultura era como una inmen– sa y bella flor que había brotado del espíritu de un pueblo también admirable: del pueblo mexicano. Sahagún había aprendido a amar a ese pueblo, y no tiene empacho en manifestarlo con meridiana claridad. "Es certísimo -escribe en la introducción de su Historia– que estas gentes son nuestros hermanos... son nuestros prójimos, a quienes somos obligados a amar como a nosotros mismos, quidquid sit". Este amor al pueblo mexicano se matiza en Sahagún con ciertas características, expresadas admirablemente por su biógrafo D'Olwer: "Al ahondar en el conocimiento del pueblo indiano, se compene– tra cordialmente con él. Su posición ante el indio no es vaga filan– tropía, ni puro sentimiento de caridad cristiana, ni menos aun pro– tección distante y desdeñosa, sino amor franciscano y amistad sin– cera, tejidos de respeto por sus cualidades y de conmiseración por sus desdichas". Admira a los héroes paganos del pasado de México: "perfec– tos filósofos y astrólogos y muy diestros en todas las artes mecá– nicas de la fortaleza ... Ellos buscaban lo que por vía humana no se puede hallar". Describe al emperador Moctezuma orlándolo de altas cualida– des: "varón muy esforzado, muy belicoso y diestro en las armas, magnánimo, de gran habilidad y magnífico"; y no duda en dar la versión de que, en su muerte y en la de sus magnates, fueron los es– pañoles los culpables, achacándoles que "dieron garrote a todos los señores que tenían presos y desque los hubieron dado garrote y vie– ron que estaban muertos, mandáronlos echar por las azoteas fuera de la casa". Elogia generosamente las grandes cualidades de los indios, que son "hábiles para todas las artes mecánicas, para aprender todas 202
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