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sas que conferenciamos me las dieron por pinturas, que aquella era la escritura que ellos antiguamente usaban; los gramáticos las declararon en su lengua, escribiendo la declaración al pie de la pintura". La paciente tarea de investigación que realizara Bernardino de Sahagún en Tepepulco la completó en Tlatelolco valiéndose de la ayuda de otros informadores, "muy hábiles en su lengua y en las cosas de sus antiguallas", y de cuatro o cinco alumnos del Colegio de la Santa Cruz, "todos trilingües", es decir, versados en náhuatl, castellano y latín. "Y todo se tornó a escribir de nuevo" -advierte el diligente Sahagún. Es más, no contento con la perfección que la obra había logrado, se trasladó al convento de San Francisco de la capital con todas sus escrituras y allí -confiesa él mismo- "por espacio de tres años las pasé y repasé a solas y las torné a enmendar". De estos trabajos, realizados, como se ve, con una tenacidad asombrosa, con un esmero perfeccionista casi exagerado, con un esfuerzo y amor difíciles de imaginar, nació su gran obra Historia general de las cosas de Nueva España. Para el año 1569 Sahagún tenía manuscritos -"en blanco, de buena letra"- los doce libros que componían su voluminosa enci– clopedia. En 1570 el autor dio cuenta a sus superiores de los gastos en que había incurrido: "Más se gastaron de mil pesos en tomines, en tinta, papel y en los escribanos; y si todo el trabajo que en ellos se ha puesto se hubiera por pagar, no bastaran diez mil pesos". La obra es una verdadera enciclopedia que, según la arqueó– loga Laurette Sejourné, "refleja, con una fidelidad absoluta, todos los aspectos de la vida precolombina, y gracias a ella, puede ser venci– da la ambigüedad de los textos y resulta posible una nueva sínte– sis". "En nuestros días -añade la citada autora- no se puede ha– cer más que seguir el esquema de Sahagún, esclareciéndolo con las aportaciones de los trabajos modernos". Y lanza luego esta tajante afirmación: "Tratar de hacer una reconstrucción histórica más co– herente que la de Sahagún no cabe". No hay que olvidar que Sejourné es arqueóloga del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, y ha sido, a lo lar– go de quince años, directora de excavaciones, principalmente en Teotihuacán. Luis N. D'Olwer, por su parte, no duda en llamar a Sahagún "creador del método de investigación antropológica" y "primera autoridad en cuanto se refiere a la cultura y a la religión aztecas". 201
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