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también en ella todas las maneras de hablar y todos los vocablos que esta lengua usa". Escribe su Conquista de México "para que se puedan sacar vo– cablos y maneras de decir propias para hablar la lengua mexicana sobre esta materia". Y de su Doctrina Cristiana afirma que contiene "muchos secretos de las costumbres de estos naturales y también muchos secretos y primores desta lengua mexicana". Este carácter lingüístico es esencial en el método etnográfico inaugurado por Sahagún. Redacta su Historia en tres columnas. "Van estos doce Libros -advierte- de tal manera trazados, que cada plana lleva tres columnas: la primera, de lengua española; la se– gunda, de lengua mexicana; la tercera, la declaración de los voca– blos mexicanos, señalados con sus cifras". Era partidario de que los temas mexicanos se escribieran en mexicano. Así lo hizo en sus obras: Tratado de la Retórica y Filo– sofía y Teología de la gente mexicana, Historia, Cantares y Arte de la lengua mexicana con su vocabulario apéndiz. Con razón ha sido llamado "fundador de la literatura náhuatl". Ver todo, experimentar todo Con entusiasmo que nunca decae, Sahagún se dedica al estu– dio de la arqueología y de la arquitectura de México; al examen científico de la astrología azteca, de sus calendarios y fiestas; a la investigación metódica de los animales, vegetales y minerales, de las costumbres, ritos, oficios, estratos sociales, formas de trabajo, orga– nización familiar, etc., de la vida mexicana. Apenas pone los pies en México, se da a investigar entre rui– nas, templos y pirámides. Confiesa que en Xochimilco se metió ba– jo el agua para sacar a tierra un ídolo y poder analizarlo detenida– mente. En Cholula, penetra en los subterráneos de su gran pirámi– de y observa los adobes y encalados de su interior. Sube al volcán Popocatepetl y a la sierra de Iztactepetl. "Es monstruoso -escribe de ver lo alto de ella, donde solía haber mucha idolatría. Yo lo ví y estuve sobre ella". Asciende también al volcán Iztaccihuatl. En Teotihuacán admira las pirámides del sol y de la luna, que son "como grandes montes edificados a mano". En Tula estudia "unos pilares de la hechura de culebra, que tienen la cabeza en el suelo por pie". De esta gran ciudad tolteca dice que era "muy roja y decente, muy sabia y muy esforzada". Sigue de cerca los bailes sagrados de los aztecas y las "diversas diferencias en los meneos de las danzas". Toma nota de los "loores con los que alababan (a los ídolos) de noche y de día en los templos y oratorios, cantando 198
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