BCCCAP00000000000000000000764

ción, y las casas de azoteas, y en las calzadas otras torrecillas y adoratorios... Y después de bien mirado y considerado todo lo que habíamos visto, tornamos a ver la gran plaza (de Tlaltelol– co) y la multitud de gente que en ella había, unos comprando y otros vendiendo, que solamente el rumor y zumbido de las vo– ces y palabras que allf había sonaba más que de una legua, y en– tre nosotros hobo soldados que habían estado en muchas partes del mundo, e en Constantinopla e en toda Italia y Roma, y di– jeron que plaza tan bien compasada y con tanto concierto y ta– maño e llena de tanta gente no la habían visto". El asedio de la ciudad y los derribos consiguientes habían da– do al traste con aquellas maravillas de arquitectura. Más tarde, Sa– hagún había de lamentar tanta ruina... "Fueron (los indios) tan atropellados y destruidos, ellos y todas sus cosas, que ninguna apa– riencia les quedó de lo que eran antes". En busca del método Bernardino de Sahagún no había ido a México en plan de tu– rista, para admirar la belleza de la ciudad, sino como misionero. El había ido -así lo confiesa- "con las armas muy afiladas" para convencer a los idólatras. Pero, de pronto, se vio frente a un pue– blo vencido, diezmado y roto; con sus templos derribados; perse– guido en su religión; sometido en todo a los nuevos amos. Y se pre– guntó desde el principio qué método podía ser el más justo y apro– piado, el más eficaz y humano, para evangelizar en aquellas circuns– tancias. Creyó que, a pesar de que la conquista hubiera sido "cosa Fray Bernardino de Sahagún realiza una de sus encuestas etnográficas. Gracias a ellas llegó a tener una "visión integral" de la cultura mexicana. (De la obra Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares de Miguel León-Portilla). 196

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz