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Los pioneros en el campo de las lenguas nativas y del bilingüismo Puestos en medio de dos mundos enfrentados, los primeros franciscanos que llegaron a México comprendieron de inmediato que su labor más urgente consistía en abrir una vía de comunica– ción entre las dos culturas en pugna. Esta vía era el idioma. Por eso, a la tarea de aprender la lengua de los vencidos, fray Juan de Tecto, fray Juan de Ayora y fray Pedro de Gante llamaron "teolo– gía"... Si no era, en realidad, teología, sí podía considerarse como problema de ética el deber de conocer por parte de los españoles el idioma azteca. Así planteó la cuestión, años más tarde, fray Alonso de Molina: "Qué mayor daño puede ser, ni más contra la naturaleza e in– clinación de los hombres, que siendo naturalmente amigos de conversación y compañía, les falte el principal medio para la contractación humana, que es ser el lenguaje uno? Porque mal se pueden tratar y conversar los que no se entienden. Este daño e inconveniente experimentamos en esta tierra (de México), don– de puesto caso que la piedad cristiana nos incline a aprovechar a estos naturales así en lo temporal como en lo espiritual, la fal– ta de la lengua nos estorba. Y no es pequeño inconveniente que los que los han de gobernar y regir, y poner en toda buena po– licía, y hacerles justicia, remediando y soldando los agravios que reciben, no se entiendan con ellos". Tanta prisa se dieron en evangelizar los primeros franciscanos de México, que, no teniendo en cuenta este elemental principio apuntado por el padre Molina, cometieron verdaderos disparates pedagógicos. El cronista Jerónimo de Mendieta los admite sin am– bages al recordar que, al principio, los celosos apóstoles enseña– ban a los indios en latín... y que "esta doctrina era de muy poco fruto". El único camino acertado era el de catequizar a los nativos en su propio idioma. Escarmentados, se dieron, no sólo a aprender el náhuatl valiéndose de cuanto medio o treta es imaginable -como jugar con los niños "con pajuelas y piedrezuelas" o anotar los tér– minos aztecas que escuchaban-, sino también a componer carti– llas y catecismos en lengua mexicana. Para el año 1527, fray Pedro de Gante había compuesto una cartilla catequética. Fray Martín de Valencia ordenó en 1533 a fray Andrés de Olmos que "sacase en un libro las antigüedades de estos naturales indios, en especial de México y Tezcuco y Tlaxcala, para que de ello hubiese alguna memoria". Este muy significativo dato, recogido por Mendieta, quiere decir que los franciscanos, además de abrir un camino para poder comunicarse con los nativos, que– rían estudiar y conservar su civilización y asegurar su identidad 184

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